jueves, mayo 2, 2024

Afganistán

Hablar sobre lo que está ocurriendo en Afganistán no conduce absolutamente nada. Ya es demasiado tarde para tratar de pararles los pies a los talibanes mientras el resto del mundo se lamenta de lo ocurrido cuando, en realidad, ya se veía venir con todo descaro. Ni que decir tiene que para algunos países de su entorno más próximo, sus recursos naturales despiertan tanto interés como el propio interés con que sueñan los señores de la guerra en perpetuarse en el poder, ahora que las tropas que velaban por la seguridad del país han salido huyendo junto a  traductores, periodistas, diplomáticos y colaboradores de las distintas embajadas acreditadas en Kabul.

Es difícil precisar el valor intrínseco que la adormidera supone para aquel país, pero de lo que no cabe la menor duda es que ha sido una fuente segura de ingresos con los que comprar armas destinadas a acabar con un gobierno que tampoco ha sido un ejemplo de democracia en la que confiar plenamente, pese a la protección de las tropas extranjeras, incluidas las españolas, que han venido velando por la seguridad de todos sus ciudadanos, con el grave riesgo que incluía su cobertura militar. Y no hablemos ya del litio.

Y como siempre, con la excusa de la ortodoxia religiosa que se pretende imponer y cuyas principales víctimas son las mujeres en general, destinadas a padecer un ostracismo cultural, social y económico difícil de creer, pero que se está llevando a cabo de forma descarada y paralela a la purga que padecen todos aquellos que han venido colaborando con los distintos estamentos políticos y militares asentados hasta hace muy poco en aquel país.

El fracasado intento que en su día se llevara a cabo por el catolicismo durante Las Cruzadas, ha sido el claro ejemplo tomado siglos después por otra gran religión de carácter musulmán que carece de la piedad suficiente como para tratar de que hombres y mujeres alcancen, en pleno siglo XXI, las mismas oportunidades, los mismos derechos y las mismas libertades por las que han luchado sin descanso y sin menoscabo de sus condiciones socio-culturales durante tanto tiempo.

Resulta triste comprobar cómo las armas de fuego del siglo XXI sirven hoy para defender una ortodoxia religiosa ten ancestral y retrograda como la que llevan a cabo los talibanes en Afganistán todavía hoy.

zoilolobo@gmail.com

Licenciado en Historia del Arte y Bellas Artes

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