- «Es el vecino el que elige al alcalde, y es el alcalde el que quiere que los vecinos sean el alcalde.» (Rajoy, Mariano)
Después de las elecciones en la comunidad autónoma gallega, sucede lo de siempre: los ganadores celebrando con alegría y los perdedores buscando excusas para que otro cargue con la responsabilidad, incluso culpando a los votantes por su supuesta falta de sentido común al elegir a otros.
Para desentrañar todas estas tonterías pronunciadas por políticos de supuesto prestigio (o eso creen ellos), podemos recurrir a frases célebres de Les Luthiers, un grupo argentino único para retratar situaciones surrealistas.
«Si no puedes convencerlos, confúndelos«. Eso es lo que intentó la izquierda más radical, quedándose en la plaza del Obradoiro pero mirando hacia Cuenca. Enviar mensajes sectarios para convencer al votante ya ha pasado de moda. Los populistas que se oponen a las puertas giratorias, vehículos oficiales y sueldos astronómicos no han logrado confundir a los gallegos. Para describir esta situación, podemos emplear otra cita: «Tener la conciencia limpia es síntoma de mala memoria«.
Según algunos partidos perdedores, ya sea de extrema derecha o izquierda, «Toda cuestión tiene dos puntos de vista: el equivocado y el nuestro«. Siguen insistiendo en esta afirmación en sus ruedas de prensa, yendo en contra de la voz del pueblo. «Errar es humano, pero echarle la culpa a otro es más humano todavía«.
Está claro que «El que es capaz de sonreír cuando todo le está saliendo mal es porque ya tiene pensado a quién echarle la culpa«. La última reflexión es aplicable al líder que se pavonea como un pavo sin importarle que su partido esté en horas muy bajas. Poco a poco, los partidos de izquierda van desapareciendo del mapa y se podría decir a este señor: «No es usted un completo inútil. Por lo menos sirve de mal ejemplo».
Veremos en qué queda todo este embrollo de país en el que nos estamos convirtiendo; como decía Adenauer, en política lo importante no es tener razón, sino que se la den a uno. Hay líderes políticos de todos los colores que harían bien en no despegar los labios.–Confucio.
