domingo, septiembre 8, 2024
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Sociedad de memoria frágil

El 23 de febrero de 2020 se produjo un hecho que atrajo al sur de Tenerife una multitud de corresponsales de medios de comunicación de todas partes de Europa. El hotel H10 Costa Adeje Palace saltó a todas las portadas y titulares de noticieros de todo el mundo. Esa noche se decretó el confinamiento de este establecimiento hotelero; en su interior quedaron más de novecientas personas, entre huéspedes y personal.

El virus chino obligaba a blindar el hotel y sus alrededores. Guardia Civil, Policía Nacional, Servicio de Urgencias Canario… todos se enfrentaban a un enemigo invisible del cual nadie sabía cómo se contagiaba, con el consiguiente temor de contraerlo. No podemos olvidar los miles de personas que caían a diario en todo el mundo.

Los empleados, clientes y personal sanitario lograron mantener la calma y capear el temporal que tenían encima. Solo siete personas enfermaron, poco a poco fueron saliendo aquellos que pasaron los exámenes médicos y el 10 de marzo se levantó el aislamiento. Durante esos días se realizaron más de 50 vuelos de repatriación.

Cuatro días después de este suceso se declaró un Estado de Alarma que fue declarado ilegal por el Tribunal Constitucional, esta medida llevaba aparejado el confinamiento domiciliario. Se da la circunstancia de que España fue uno de los países europeos donde más se prolongó esta drástica medida. Seguramente todos recordamos situaciones rocambolescas donde los cuerpos de seguridad del Estado detenían y multaban a ciudadanos por “salir a la calle”.

En cuatro años se ha olvidado rápidamente las situaciones de disparate que se vivieron en esos tres meses de inconstitucionalidad. Policías reduciendo a personas por no seguir las órdenes (seguramente no eran catalanas), ayuntamientos usando sus servicios de limpieza para lavar las calles, sanitarios que trabajaban y otros que se retiraban, obispos que se colaban en el turno de vacunación, cientos de miles de muertos no reconocidos por el gobierno, entierros sin familiares presentes, muertos velados por la UME, voluntarios haciendo el trabajo de profesionales que tenían «miedo» al virus chino y por supuesto… problemas a izquierda y derecha.

La población, como buena ciudadana que es, ya lo olvidó. Ya olvidó a los camioneros, cajeras, reponedores, taxistas, voluntarios de Protección Civil y Bomberos, personal de Centros Sanitarios que trabajaban en condiciones miserables, respiradores fabricados por fábricas de automóviles y lo peor, más de ciento treinta mil muertos que intentan atribuirse unos a otros.

Muy bien para los colectivos que he mencionado y muchos más que se me escapan… los del hotel y todos los que posteriormente se prepararon de la mejor manera que pudieron para servir a la sociedad. El gobierno español y los autonómicos no estuvieron a la altura. Miles de personas llevaron el peso del país sobre sus espaldas y lo mantuvieron en funcionamiento. No se puede alabar a un solo colectivo, muchos se calzaron y salieron a dar la cara… incluso poniendo en riesgo sus vidas.

Mientras tanto, personajes indeseables presuntamente se lucraban con el miedo de la población y con el velo siniestro que cubría toda esta historia de película. Sobre la pandemia de los chinos todavía no está todo dicho. Habrá consecuencias, o no… todo dependerá de quién controle la fiscalía.–Confucio.

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