Evidentemente, elegir lo que está bien desde la perspectiva de la conducta es lo exigible a cualquier ciudadano. Me refiero a que es obligatorio respetar y cumplir lo que dicen las leyes vigentes, en beneficio de todos. Los comportamientos individuales son responsabilidad de cada persona. La maldad humana, la crueldad, la violencia, la discriminación, la marginación, el odio y el egoísmo excesivo se observan en las sociedades de todos los países. Es una realidad que no se puede negar, sin caer en contradicciones absolutas. Además, la autodisciplina y la responsabilidad personal están integradas y unidas a los valores éticos o son la expresión de estos. Luchar por nuestros derechos frente a todo y también respecto a los demás y la sociedad, si es necesario, no es ir de víctimas, sino todo lo contrario. El azar interviene en la existencia de todas las personas, y la intención de superarlo, a través del esfuerzo, es lo más apropiado, sin duda. No existe el destino, ya que la vida no está escrita. En relación con las oportunidades que ofrece la propia realidad vital, es preciso poner de manifiesto, que no todos tienen el mismo número de ellas, ni de la misma entidad, nivel o calidad. De hecho, más de 700 millones de personas en el planeta se están muriendo de hambre, lo que plantea la necesidad de una solidaridad compasiva, en la línea de la ética cordial de la filósofa Adela Cortina y de otros pensadores contemporáneos. Más de mil millones de seres humanos en el mundo viven en la pobreza, y no es por su responsabilidad individual, sino por la tremenda desigualdad socioeconómica existente en todo el mundo, por causa del capitalismo salvaje y vigilante, que enriquece a un exiguo porcentaje de personas a costa de todos los demás. El capitalismo de la vigilancia es un libro de Zuboff que trata estas cuestiones, de forma pormenorizada.
Tomar decisiones y ser valiente en la vida es decisivo, pero no es la solución a todos los problemas, como creen algunos. La injusticia social existe, no es un invento o algo imaginario, ni una fantasía y produce consecuencias concretas en la realidad existencial de los sujetos, de modo cotidiano. La autodisciplina y la responsabilidad individuales son fundamentales e implican el desarrollo de una lucha titánica, si es preciso, con todas las fuerzas para defender y exigir nuestros derechos, en todos los aspectos. La falta de respeto no se soluciona aceptándola y mirando para otro lado, o justificando lo inadmisible. Al contrario, es preciso poner de manifiesto como merecemos ser tratados, luchando libremente por lo que se desea o quiere. La pérdida de valores éticos o cívicos, en una parte de la sociedad, es una realidad objetiva y verificable, no es algo interpretable. Se producen robos, mentiras, fraudes y delitos de todo tipo.
La política y el derecho son indispensables, para que las conductas sociales de las personas sean justas, en el sentido de que cumplan el ordenamiento legal vigente propio de los países democráticos. Se trata de mantener la fortaleza mental y psicológica y el coraje, pero las discriminaciones y la marginación existen en la sociedad, en todo el planeta y las víctimas no son las responsables. Lo son los que marginan, mienten y son violentos, de muchas formas, con los demás. Shoshana Zuboff en su libro, La era del capitalismo salvaje escribe que “Los capitalistas de la vigilancia se han enriquecido inmensamente con estas operaciones comerciales, pues son muchas las empresas ansiosas por apostar sobre nuestro comportamiento futuro”. En realidad, sucede que se venden inmensas cantidades de datos a través de las grandes redes sociales. Es el capitalismo tecnológico y digital. De esta manera se está eliminando, de facto, la soberanía del pueblo en los países y no se tienen en cuenta los derechos humanos, y esto es una amenaza para la naturaleza humana, al igual que lo fue en el pasado el capitalismo industrial. Existe una lucha por el poder, entre los gobiernos de los países y las empresas de alta tecnología. Lo peligroso es que muchos estados ya son dominados por las grandes empresas tecnológicas, con digitalización creciente de la economía y la vida. Puede ser que se introduzcan nuevas formas más extremas de desigualdad social, en los próximos años o lustros. Los sistemas de Inteligencia Artificial y las máquinas representan una auténtica amenaza, si no están reguladas y controladas por normas generales y muy específicas. Podría suceder que se consiga controlar la conducta humana, y se impida el ejercicio de la libertad de las personas. La privacidad es otro derecho, que podría ser prácticamente aplastado por el capitalismo digital de la vigilancia, y es otro riesgo por eliminar, es necesario que se legisle en relación con estas cuestiones, con más detalle y minuciosidad. La Ley de Inteligencia Artificial de la Unión Europea es una buena toma de posición estratégica, pero hace falta su aplicación completa en los países europeos. El resto de países deben de hacer algo similar.
Doctor en Filosofía por la UNED
Licenciado en Ciencias de la Educación por la UNED