domingo, abril 28, 2024

El intelecto

La realidad es engañosa; de modo que lo que entendemos por intelecto no soluciona en absoluto las dudas que se nos presentan a diario y ni siquiera, en el peor de los casos, a lo largo de nuestra azarosa vida. Una temperatura suave durante todo el año, un cielo azul la mayoría de los días soleados, las noches estrelladas, un paisaje idílico dónde casi no existen depredadores, donde los pájaros cantan y la colorida flora les da cobijo durante toda su vida para suerte nuestra. Pero eso no lo es todo cuando se trata de no traicionarse a uno mismo por las veleidades climáticas de un archipiélago que sólo me ha proporcionado belleza y una paz duradera sin que no haya sido capaz por sí misma despejar las dudas que me plantea mi propia existencia como persona.

No basta con ser y estar. El ser humano, como es mi caso, debería siempre plantearse soluciones más o menos drásticas al grave problema que significa existir. Y uno oficialmente existe porque ha sido bautizado por la gracia de un Dios del que no tuve conciencia hasta mucho más tarde, -por no decir nunca-, porque figuro en el libro de familia como nacido en La Laguna, de Doña Josefa Bonilla y Don Zoilo López y porque durante mi infancia no tuve la oportunidad de vivir bajo un techo confortable que no fuera de uralita o algo similar al tejado de zinc en un suburbio como La Cuesta, porque a los dieciséis tuve mi primer carnet de identidad y a los veintidós años fui obligado a hacer el Servicio Militar.  Y una vez acabado, trabajar para malvivir por un sueldo indigno con el que enriquecer a todos los patrones que tuve por entonces.

Por lo tanto, el intelecto te juega muy dolorosas y malas pasadas porque según el criterio de la Real Academia Española de la Lengua, se entiende por intelecto la facultad de la mente que permite aprender, entender, razonar, tomar decisiones y formarse una idea determinada de la realidad.

Sin embargo, a mi criterio, la Real Academia Española de la Lengua ha omitido o se ha olvidado de algo que para mí resulta fundamental: la toma de conciencia.

Y a propósito de ella, -a la toma de conciencia me refiero-, he llegado a conclusiones tan contundentes y desesperantes de lo que ha sido mi vida y la de muchos otros, que el llamado intelecto, parece ser sólo atributo de aquellos que se lo han podido permitir, porque sólo ellos han tenido la cómoda exclusividad de estudiar para llegar a aprender.

Particularmente, yo he aprendido mucho en las universidades en  las que he tenido oportunidad de estudiar. De manera y para terminar, gracias a ello he llegado a formarme, tal y como dice la mencionada Academia de la Lengua una idea determinada de la realidad , pero, además una toma de conciencia por la que sufro mucho, pero de la que no me arrepiento en absoluto.

Por lo tanto no me considero todo lo feliz que pudiera y creo merecer.

zoilolobo@gmail.com

Licenciado en Historia del Arte y Bellas Artes

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