domingo, septiembre 8, 2024
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Envueltos en la estelada

  • Me solidarizo con los compatriotas catalanes por lo que están sufriendo

Lo que está sucediendo de unos años a esta parte en ese lugar del territorio español llamado Cataluña no deja de sorprenderme. Siempre tuve a los catalanes como personas cultas, serias, respetuosas, hospitalarias y sobre todo rectas. Desde hace unos años a esta parte me han hecho cambiar drásticamente de opinión. Una parte minoritaria de la casta política catalana más vulgar y reaccionaria se hace escuchar bajo un mantra reaccionario más próximo a ideologías neonazis que a una democracia plena. Segregar a niños y adultos por su procedencia, idioma o tendencia política no tiene otro nombre. Todo eso me recuerda las ensoñaciones racistas de algún nacionalista vascuence o de algún pintor austriaco rechazado en la Escuela de Bellas Artes de Viena.

No es aceptable que las más castuzas y casposas personas que se dedican a la política se sientan impunes ante la Ley. Las normas, mientras no se cambien, son las que son y deben acatarse; empezando por los que ocupan cargos públicos, ya sean políticos o administrativos. Resulta sorprendente que delitos que sólo pueden cometer estos personajes hayan quedado despenalizados mientras usted y yo permanecemos bajo ese término tan hermoso llamado “El Imperio de la Ley”… más imperio para unos que para otros.

Resulta que un cobarde agazapado en la capital de Europa se permite la chulería de poner exigencias –vía gobierno– al Estado para que su violación al Orden Constitucional quede impune y entrar por la Diagonal como un nuevo y vulgar duce, führer o caudillo de medio pelo que convertiría a esa región española en una república bananera donde los poderosos burgueses harían prevalecer su poder sobre su pueblo viendo sus asaltos al Erario quedan perdonados.

Los chancletas reaccionarios envueltos en una bandera cubana tuneada han sido marcados por la Unión Europea como violentos; utilizados espuriamente por honorables apellidos para cubrir sus vergüenzas y revindicar sus republiquetas pretenderán también beneficiarse de la “ley de la poltrona”, esa en la que todo vale con tal de mantenerme en el poder. La republiqueta chusca de 1931 duró tres días, un poquito más que la del prófugo del maletero que sólo duró unos segundos; un cobarde acusado de desobediencia, malversación y una sedición que ya no existe gracias a su sanchidad… y que dejó tirados a sus correligionarios para instalarse en una confortable mansión belga.

Después de la muerte en una cama del dictador se promulgó la Ley de Amnistía de 1977 para integrar a todos los españoles que fueron perseguidos y masacrados por su ideología. Con ella también se lavó la imagen de los seguidores de la dictadura; se supone que fue el punto final y el arranque de otra nueva época de libertades. La abrumadora mayoría de ciudadanos consideró que a partir de ese momento no era de recibo decretos de indulto para políticos, éstos no deberían perdonarse entre ellos sus fechorías. Mucho menos es aceptable una amnistía que borre la infamia de estos delincuentes convictos y en muchos casos confesos.

Decía George C. Lichtengerg “Cuando los que mandan pierden la vergüenza, los que obedecen pierden el respeto”. Esto debe ser aplicable a todos los ámbitos políticos y sociales.–Confucio.

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