miércoles, octubre 9, 2024
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Mi última carta para ti, el amor de mi vida

Llena de agradecimiento por la inmensa suerte que he tenido de compartir mi vida contigo me dispongo a escribirte mi última carta. Una carta de despedida de la que no esperaré respuesta.

Hasta ahora ninguna misiva había quedado sin contestar. Suspiraba hasta recibirla, aunque en un soplo ya la tenía entre mis manos para disfrutarla. Entonces, la tocaba. La olía. La leía y releía.

Aprovechabas para enviarme un bello poema, unas tiernas palabras y unas promesas de un amor inefable. Siempre conseguías que mi emoción brotara a flor de piel. ¡Cuántas veces me dejaste sin aliento! Conseguías que soñara y deseara ardientemente reunirme contigo cuanto antes… Ahora, todo es distinto, ahora tengo la certeza de que nada de eso ocurrirá.

Hace veinticuatro horas te marchaste. Te arrancaron de mi lado para siempre.

Estaba contigo. Pegada a ti como en los últimos meses. Permanecía a tu lado sin separarme de tu cama. Acariciando tus manos. Abrazándote. Besándote. Pendiente de tus necesidades y deseos.

Meses de rutina. Días idénticos que se sucedían uno a otro. Y de pronto, ayer dejaste de respirar. Durante unos segundos mi corazón se quedó parado como el tuyo. Paralizado. Enmudecido.

Nuestros corazones habían palpitado al unísono durante cuarenta años. Habían bailado al son de los mismos instrumentos. Marchaban resueltos en la misma dirección.

Tras el golpe, recobré el latido y una avalancha de lágrimas inundó mi rostro. Mi ser dudó: irme contigo o quedarme en esta impávida y fría estancia.

Al final, retorné a la vida. Desolada. Desamparada. Sola.

Sin tu compañía. Sin tus caricias. Sin tus besos.

Sin tus palabras. Sin tus guiños. Sin tus piropos.

Sin tus manos. Sin tus abrazos. Sin tu cuerpo.

Sin tu aliento. Sin tu corazón. Sin tu alma.

Ésta será mi última carta. La más dura y difícil de escribir.

Me has dejado vacía. Te has llevado lo mejor de mí.

Me entregué a ti sin límite. Te procuré mi vida. Te ofrecí mi ser y mi existencia. Te cedí mi fuerza. Te proporcioné mi vigor y entereza en la adversidad.

Te otorgué mi porvenir enganchado al tuyo desde entonces.

Peregrinamos uno al lado del otro. Emprendimos el vuelo juntos. Saltamos de alegría. Pilotamos el viaje al unísono. Nos elevamos juntos en las dificultades. Navegamos firmes entre los problemas. Superamos los aprietos con el apoyo mutuo. Remontamos los conflictos con coraje. Resistimos el empuje de los vendavales cuando azotaron los pilares de nuestra existencia.

Dejamos de tener una historia individual dando un paso a otra dimensión. Tu memoria y la mía, tu futuro y el mío, tu historia y la mía quedaron entrelazados para siempre.

Después de habértelo entregado todo, ahora me siento vacía sin ti. Hueca.

Tu partida me ha dejado un profundo agujero.

Tu serenidad, ternura y lealtad inquebrantable a los que estaba acostumbrada provocan en mí un vacío, una pena y un dolor que me ahoga.

Tu delicado coqueteo, humor y amor sincero y generoso han dejado paso a la tristeza y la melancolía que me inundan por dentro y por fuera.

Las evocaciones de tu alegría, optimismo y pasión por vivir me asaltan a toda hora siendo reemplazados por la nostalgia de los tiempos extraordinarios vividos contigo.

Tengo que terminar esta dolorosa carta. Debo despedirme. Debo decirte adiós.

Y, entonces, mi rebeldía aflora de nuevo. Me resisto. Me niego. No quiero decirte adiós.

Sólo será un hasta luego.

Sólo será un hasta la vista.

Sólo será un hasta pronto, mi amor.

Doctora en Derecho.

Licenciada en Periodismo

Diplomada en Criminología y Empresariales

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