- En estos días muchos jóvenes de países del África Occidental han llegado a las Islas. Varios expertos nos han dado las claves económicas, políticas y sociológicas de los motivos que les empujan a jugarse la vida en un cayuco
¿Por qué los jóvenes africanos emigran a Canarias? Esta es una pregunta que muchos se hacen ante el aumento de las llegadas de pateras y cayucos a las islas, causada en estos meses, por un lado, por coincidir con el estado de la mar, que reduce los riesgos en la travesía. Pero, por el otro lado, es importante que entendamos y conozcamos las causas que subyacen para que tantos y tantos jóvenes de países de nuestro entorno geográfico (la llamada ‘ruta canaria’ ya supera los 20.000 llegados en este 2023) decidan subirse a un cayuco.
Al respecto, he escrito en anteriores artículos que hay tantas causas y motivos como personas que intentan la travesía. El incremento de la inseguridad por el yihadismo en los países del Sahel, el cada vez más agobiante clima que ha generado la figura de los refugiados climáticos, o el incremento de los precios de alimentos y combustibles a causa de la guerra de Ucrania son factores de los que ya hemos hablado, pero hay muchos más.
La lectura de un muy enriquecedor artículo del experto sociólogo Aly Tandian, de la Universidad Gaston Berger de San Luis, Senegal que desde Casa África hemos traducido de la plataforma The Conversation Africa, me ha hecho reparar en algunas cuestiones que quizás no suelen ser objeto de comentario en la lista de los motivos principales que concurren para iniciar esta peligrosa y tan a menudo mortífera aventura: las sociológicas.
El profesor Tandian responde a varias preguntas en este artículo y sostiene algo que desde nuestra perspectiva resulta chocante: «la migración es una cuestión de deber, honor y orgullo para muchos senegaleses«. No se trata solo de buscar una vida mejor, explica, sino también de cumplir con las expectativas sociales y familiares de éxito y prosperidad.
Para muchos de los jóvenes que suben al cayuco, «la migración es una forma de afirmación personal y social, una forma de demostrar que uno es capaz de asumir responsabilidades y contribuir al bienestar colectivo«. Siempre he dicho que los jóvenes que tienen la valentía y el arrojo de emprender el viaje, navegar siete u ocho días apretujados en condiciones lamentables a bordo de cayucos (no existen los buques nodriza de los que algunos hablan), siempre con la muerte rondando por cualquier incidencia que pueda aparecer, son verdaderos héroes.
Y estos jóvenes llegan a nuestra tierra, dice este sociólogo senegalés, con una enorme carga emocional, moral y mental, la de la presión familiar y social que les exige el salir adelante y conseguir enviar remesas para ayudar a su familia y allegados, para lograr en su pueblo o barrio de origen el estatus de éxito y reconocimiento que otros han logrado (o han aparentado lograr pese a las enormes dificultades que experimentan para conseguir un trabajo en nuestro país o en cualquier otro de la Unión Europea). Imaginen ahora, desde la perspectiva de la salud mental, la ansiedad, frustración y sentimiento de abandono que genera en todos estos jóvenes migrantes la presión para lograr enviar dinero.
Un aspecto que desconocía, y que Tandian detalla muy bien en su artículo, es que esta presión se incrementa en los jóvenes de familias polígamas. «Gran parte de los jóvenes que emigran lo hacen por presión de sus padres, especialmente si son el hijo mayor o el único varón«, detalla. En las familias polígamas, los hijos mayores tienen la responsabilidad y carga de proveer para los hermanos menores, madres y esposas, una enorme carga económica que muchas veces desemboca en la presión para migrar a la vista de que en el poblado, o el barrio, no existen expectativas de desarrollo y progreso.
Eso nos remite, obviamente, a las causas económicas. De ellas hemos hablado muy recientemente durante el IV Encuentro de Periodistas África-España que Casa África y nuestro Ministerio de Asuntos Exteriores organizamos conjuntamente en Madrid hace tan solo dos semanas y en las que reunimos a medio centenar de periodistas españoles y africanos para reflexionar sobre cómo nos vemos, y contamos, en los medios de comunicación los unos a los otros.
El periodista Jaume Portell nos maravilló con una intervención en la que nos demostraba cómo la evolución de los grandes indicadores macroeconómicos tiene impacto directo en la decisión, a pie de calle, de subirse a una patera. El próximo 16 de noviembre, un miércoles, lo tendremos en Casa África presentando la versión en ebook de un libro que publicó inicialmente en catalán, llamado precisamente ¿Por qué no se quedan en África?, una alusión directa a una pregunta que muchas veces tiene más de racista que de mera inquietud por conocer la respuesta.
Portell pone ejemplos concretos: la exportación de materias primas sin procesar, unida a la compra de productos manufacturados, genera problemas (y déficits) estructurales en las economías africanas. En el caso de Gambia y Senegal, el patrón se da con el cacahuete y el pescado, pero en el resto del continente se da con el café, el cacao, el algodón, el cobre, el gas o el petróleo. El de la pesca es un problema de gran importancia en Senegal, puesto que muchos de los jóvenes que emigran son pescadores que se hartan de que ya no tengan trabajo o el poco pescado que no han esquilmado los grandes arrastreros europeos o asiáticos no da lo suficiente para vivir.
Otro joven periodista que nos aportó su visión sobre los motivos por los que migran los senegaleses es Salif Sakhanokho, periodista del medio digital PressAfrik.com que se ha especializado en la cobertura del fenómeno migratorio desde Senegal.
En el caso senegalés, este periodista nos contó que a los motivos principalmente económicos se les suma ahora un sentimiento de ‘desazón’ que ha calado fuerte entre los jóvenes debido a la situación política que experimenta Senegal, un país vecino y amigo que espero, de todo corazón, que resuelva con sentido común, justicia y mucha sensibilidad su camino hacia las próximas elecciones generales.
Sakhanokho nos contaba que hay un enrarecido ambiente político que ha conllevado que el entorno empresarial se haya vuelto difícil y complicado para encontrar un trabajo decente. Entre los jóvenes senegaleses, la migración forma parte de la realidad y de la conversación diaria, y que realmente existe esta sensación de ‘desesperanza’ que la crisis económica y la incertidumbre política, conjuntamente, están generando.
En el artículo de la semana pasada ya les alerté de que este fenómeno de las migraciones por la ruta Atlántica va para largo, y que debemos acostumbrarnos, especialmente en los meses en que el mar está más tranquilo, a estos fuertes repuntes.
La perspectiva de futuro hace que, más allá de Pactos Europeos que desarrollan reglamentos aún más restrictivos, sea fundamental pensar en soluciones basadas en el desarrollo. Entonces, ¿qué recetas puede haber, más allá de las securitarias?
Me han parecido idóneas las que ofrece en ese artículo que les mencionaba el experto senegalés Aly Tandian: la migración circular, la mejora de la cooperación internacional y lo que él llama la concertación nacional.
Respecto a la primera, desde Europa nos llenamos la boca de reclamos hacia ‘vías ordenadas y seguras’ para evitar las muertes en la mar, pero las experiencias reales de la migración circular, de poder traer temporalmente a trabajadores cualificados para una tarea concreta, por ejemplo, las cosechas agrícolas, se cuentan solo con los dedos de una mano. Y si siempre salen bien… ¿por qué no hay más?
Por cooperación internacional se entiende que puedan establecerse verdaderos acuerdos ‘entre iguales’ entre los países africanos y europeos, que además de establecer un control securitario para evitar la migración irregular y la proliferación de las mafias, que realmente permita proyectos de desarrollo en el continente y que contemple las perspectivas medioambientales o de respeto a la mar, por ejemplo, en el caso de la pesca y la necesidad de que los pescadores senegaleses vuelvan a tener pescado en sus aguas, como habían tenido toda la vida. Recuerdo que a finales de agosto coincidí en Santander en un foro de la Universidad Menéndez y Pelayo con la ministra de Asuntos Exteriores de Senegal, Aissata Tall Sall, en la que reclamaba a la Unión Europea un replanteamiento de su política de concesión de visados como otra de las vías para frenar las muertes en la mar. Coincido con ella.
Y por una concertación nacional, implica que los propios africanos cojan el toro por los cuernos, hablen abiertamente y sin vergüenza del fenómeno migratorio, le pongan nombres y apellidos a través de datos bien recogidos y análisis profundos, y que esa atención permita realmente reorientar las políticas de empleo del país a donde es necesario, con la idea de ofrecer esperanza y oportunidades a todos aquellos jóvenes que ahora mismo, no la encuentran.
José Segura Clavell
Director general de Casa África