martes, noviembre 12, 2024
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La muerte muestra infinidad de posibilidades

El título parece paradójico y contradictorio, pero no lo es. Se refiere a que nuestra condición mortal o finita posibilita una vida libre, que se puede vivenciar como una gran aventura, en contraste con el hecho de la muerte que cierra la existencia. Podemos hacer muchísimas cosas en el mundo de los vivos, pero mucha gente vive su vida, como si el tiempo del que disponemos en la tierra fuese ilimitado y realmente no lo es.  En su lecho de muerte, según numerosas investigaciones, las personas se arrepienten de no haber sido más valientes, de no arriesgarse más, de no hacer lo que realmente han querido.  Por ejemplo, de no haber sido fiel a sí mismo, de trabajar tanto, de no haber expresado mejor lo que sentían, de dejar de lado a sus amigos y, sobre todo, de no haber sido más feliz.

Permanecer siempre en la zona de confort no es algo que beneficie, sino todo lo contrario.  La seguridad absoluta no existe y pretender alcanzarla a toda costa, produce infelicidad. Los hábitos y patrones de conducta rígidos e inflexibles dificultan que las personas aprovechen las oportunidades, de todo tipo, que ofrece la realidad. El cambio y la transformación son el motor de la realidad y de la existencia.

La felicidad es una conquista y la clave es no tener miedo a nada. Es la condición fundamental para llevar una vida plena. La audacia y la prudencia no están reñidas.  Ser libres es lo que nos hace más felices. Lo imprevisto y lo inesperado pueden convivir con lo planificado. El azar influye, de modo considerable, en la realidad humana, pero el esfuerzo y la lucha también dan forma a la vida que queremos construir, con nuestras decisiones.

La conciencia de que vamos a morir nos hace conscientes   de que no hay nada que perder y sí mucho que ganar en la vida. Es una lección que debemos tener bien aprendida.  Lo más importante no es el dinero sino el tiempo, ya que no se puede volver atrás para recuperarlo. El dinero se puede ganar, perder o recuperar, pero no es lo decisivo.  En cambio, nuestra condición temporal es lineal y en su transcurso transforma inexorablemente la existencia.

El recuerdo de los difuntos no es algo propio solamente de un día al año. Es algo que podemos tener siempre presente, en el legado que han dejado los fallecidos a los que han convivido con ellos, a lo largo de los años.  Estos querían que viviéramos, de modo pleno, lo que deseamos de forma libre.

Podemos más de lo que creemos. La condición indispensable es arriesgarse a hacer cosas nuevas, a no tener miedo al fracaso, que, en realidad, no es tal.  Los errores y fracasos son los peldaños del éxito.

No hace falta ser perfeccionista para conseguir lo que se quiere. Lo realmente decisivo es ser constante y perseverante, en lo que hacemos. Se trata de lanzarse a nuevos proyectos con la alegría y la ilusión de los niños. Sabiendo que todo es posible, si lo hemos imaginado como realizable en nuestra mente. Merece la pena luchar y es mejor que pasar la vida de forma pasiva, sin intentar crecer como persona creativa. El mero disfrute de la diversión que ofrece la sociedad del espectáculo en la que vivimos no es suficiente, se necesita más.

Los retos, las dificultades y los problemas nos hacen crecer y ser mejores, sin ninguna duda.   El entusiasmo y la pasión junto con una sana ambición nos hacen ser más felices todavía. El futuro puede ser brillante para cada uno y la mejora diaria es posible y realizable. Podemos estar convencidos de que hemos llegado al mundo para hacer grandes cosas.  Uno de las cosas que no nos deben afectar son las opiniones de la gente, ya que no saben muchas cosas de las personas que proyectan su existencia hacia la felicidad y el éxito individual. Tenemos en nosotros mismos un extraordinario potencial para brillar y de lo que se trata es de que lo explotemos o que lo apliquemos a nuestra vida. Es una de las claves fundamentales para saber qué podemos hacer cualquier cosa.

Se trata, en definitiva, de existir y no de sobrevivir como los animales y lo digo con todo el respeto para estos. Lo propiamente humano es aprovechar nuestra inteligencia para perseguir nuestros sueños y ser lo más felices que podamos. Es una de las enseñanzas que nos proporciona pensar en la muerte.

José M. López García

Doctor en Filosofía por la UNED

Licenciado en Ciencias de la Educación por la UNED

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3 COMENTARIOS

  1. A mi modo de ver, existe en nuestra cultura un condicionante que frustra todo impulso a lo que Vd. propone y no es otro que la influencia que en nuestra educación ha seguido manteniendo, por desgracia, la Iglesia a través de la Religión llamada cristiana.
    Ganar el cielo como premio prometido es, según la Iglesia, a lo máximo que puede aspirar el hombre en esta vida. Y partiendo de esa premisa muchos católicos eligen su propio destino sin arriesgar en tratar de alcanzar la felicidad terrenal.
    De manera que Vd. tiene toda la razón del mundo cuando aconseja lo que aconseja en su magnífico artículo de hoy.
    ¿Creer en Dios y en la Gloria eterna nos hace más buenas personas?
    Atentamente. Zoilo López

  2. Ha abierto usted un melón interesante pero sólo ha sacado una porción. Está mirando exclusivamente esa porción y olvida que todas las religiones tienen el mismo objeto: Alcanzar ese supuesto cielo bien sea como hablan los cristianos en general y los católicos en particular o como hacen otras creencias monoteístas o politeístas, lo mismo da.

  3. No era mi intención ahondar en el tema sino poner de manifiesto la influencia de nuestra educación judeo- cristiana (Por lo que a España se refiere, claro está).
    Por lo demás tiene Vd. razón en lo que argumenta.
    ¡Saludos cordiales!

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