ESTA ES LA aventura de un gato. De un gato que quedó atrapado en una alcantarilla del colegio “Rodríguez Galván” de Santa Cruz. Corría el año 1997. Estaba el joven don Gato jugando con un viejo zapato cuando, oh desgracia, cayó dentro de una honda y oscura alcantarilla del patio del colegio. Los niños, consternados, intentaron rescatarlo. Desgraciadamente, no lo consiguieron. La distancia entre el minino y ellos era inalcanzable. Entonces alguien dijo: “¡Llamen a la Policía!”. Uno de los pequeños llegó hasta una cabina telefónica, marcó el 092 y gritó, muy agitado, al agente que se puso al teléfono: “¡Salven al gatito, sálvenlo, por favor!”. El amable guindilla respondió que no podían, que ellos están para ayudar y, en su caso sancionar, al ciudadano hombre, o la ciudadana mujer, o al ciudadano niño, o niña, pero jamás al ciudadano gato. “Mira, hijo, llama a Sanidad: apunta el número: 922 606180”. El pequeño, y su madre, marcaron el número del teléfono de Sanidad. Una voz les trasladó lo inevitable: “Si el gato estuviera muerto, nosotros acudiríamos enseguida; pero el gato está vivo, y no huele, ni contamina, ni ensucia, así que no podemos atenderles. Lo siento. Pero no te preocupes, muchacho, todo tiene solución; comunica con la Perrera Municipal”. El niño descolgó de nuevo el auricular del teléfono, y tecleó el 922 233039, la Perrera Municipal. “¿Un gato?” –contestó una voz– “no, lo siento, pequeño, nosotros sólo rescatamos perros”. Y como no hay una Gatera Municipal, sino que sólo los perros pueden beneficiarse de esa terrible humillación que supone ser atrapados por los malvados laceros, pues tampoco hicieron caso de la llamada de socorro. A los gatos satos nadie los quiere, por lo que se ve. El niño estaba desesperado, escuchando a su amigo el joven Don Gato que maullaba sin cesar en su oscura prisión de alcantarilla. Y entonces telefoneó al 091. A él le habían dicho que la Policía Nacional está para ayudar a todo el mundo; al menos así se lo explicó un señor inspector en el colegio. “Policía al habla”, respondió el agente. “¿Un gato? Bueno, nosotros no rescatamos gatos, pero, espera, pequeño, a lo mejor se hacen cargo los bomberos. Llama a los bomberos de Santa Cruz de Tenerife. Toma nota del número”. Y se lo dio. El niño, y su madre, y su abuelo, dieron entonces aviso a los bomberos de Santa Cruz. “¿Un gato en una alcantarilla? Ahora mismo vamos”, dijo esta vez la voz. Aquella pequeña unidad de color rojo de los bomberos hizo ulular sus sirenas por las calles de la ciudad y llegó, presurosa, al colegio. Los hombres de azul descendieron por el colector con sus escaleras. Los niños observaban a los fornidos funcionarios con admiración y respeto. Al cabo, un bombero salió con el gatito negro en la mano. Estaba vivo y tiritando; y hasta un poco asustado. Todo el colegio prorrumpió en aplausos. Dos días después de su aventura de alcantarilla, el joven Don Gato pasea feliz, junto a sus amigos los niños, en el colegio “Rodríguez Galván”. Lo que cuento es cierto. Aseguran los pequeños que vieron hoy al señor Don Gato jugando con un zapato, ajeno a la burocracia que generó su rescate en una ciudad de buenos sentimientos, pero de complicadísima organización.
(Este relato responde a hechos rigurosamente ciertos y fue emitido por la desaparecida Radio Burgado al día siguiente de haber ocurrido).