Sentando en las escaleras móviles, abandonadas por alguna empresa de handling, cuyo color era marrón, ya que mostraba parte de ella la corrosión, el piloto comía su bocadillo, sin quitarle ojo a su vieja avioneta Cessna 150, que un mecánico revisaba, en pantalón corto y con una caja que parecía no contener más de dos o tres herramientas.
Esto es la selva, se decía a sí mismo, ¿Qué puedo pedir si estoy en el Mato Grosso?
Hoy tenía un vuelo de no más de 200 kilómetros, llegaría hasta el aeropuerto de Dourados, sería un vuelo fácil el tiempo era bueno en ruta, y todo lo que llevaba eran medicinas y comida para una comunidad indígena.
De repente el mecánico lo llamó por su nombre y vio a un hombre junto a él ¿Éste pregunta por ti?, con su mano derecha le hizo ademán de que se acercara hasta la escalera dónde seguía sentado.
Cuando llegó hasta dónde el piloto daba por terminada su comida, se presentó, ¡Soy Leonardo Suárez!; sus facciones eran indias nativas de aquellas tierras.
– ¿De dónde eres Leonardo? Soy de México soy descendiente de los toltecas, soy un nagual.
– ¿Bueno en qué puedo ayudarte? Voy hasta una aldea a 300 kilómetros de Dourados y quería preguntarle si puede usted llevarme.
– Bueno el avión, aunque viejo es mío y dos podemos ir, con mucho gusto te llevo, total de Ponta Pelada a Dourados es un salto.
La pequeña Cessna, construida hacía años se puso en movimiento, hasta la cabecera de pista y despegó sin novedad. A medida que ascendía, y reducía potencia uno era capaz de contemplar la belleza del Mato Grosso.
El piloto se dirigió a su acompañante y le dijo:
– ¡Que hermosura… parece que Dios todas las noches extiende su manto para proteger este único paraje y sus gentes que son tantas!, es una pena que el hombre no sepa proteger la naturaleza y la vida, y evitar el sufrimiento.
Leonardo le contestó en una especie de soliloquio; y siguió hablando.
– Nosotros los naguales tenemos, unas profundas enseñanzas que han pasado de padres a hijos por generaciones, uno de los más importantes Guerreros del Águila –linaje nagual– compartió conmigo estas palabras:
“No hay razón para sufrir. La única razón por la que sufres es porque así tú lo exiges. Si observas tu vida encontrarás muchas excusas para sufrir, pero ninguna razón válida. Lo mismo es aplicable a la felicidad.
La única razón por la que eres feliz es porque escoges ser feliz. La felicidad es una elección, como también lo es el sufrimiento”.
Desde aquel viaje la vida del piloto cambió y hoy la percibe de forma distinta y todos los días se repite asimismo:
“No importa lo que pienses, cada día que pasa eres mejor. No existe ser humano, que camine hacia atrás, solamente puedes andar hacia delante y hacia arriba.
Cuanto sientes y percibes que las cosas no te van bien, recuérdate a ti mismo, todos los días : Hoy eres y estás mejor que ayer”.
Los analfabetos del futuro no son aquellos que no pueden leer, ni escribir; sino aquellos que no pueden aprender, desaprender y reaprender.
Todavía hoy sigue volando por aquellas tierras, con su pequeña Cessna 150, sabiendo que a bordo lleva cosas materiales, pero con él va siempre la felicidad, porque su sonrisa es su espada.
Tomás Cano Pascual
Asesor de líneas aéreas
Delegado para Europa de Air Panama
Fundador de Air Europa