Don Néstor Delgado Gutiérrez fue un personaje del auténtico “chicharro” de los que dejan huella y al que tengo siempre muy presente. Tuvimos nuestros momentos de máxima cercanía y otros de “no tanto”, pues era único y algo complicado, como son las personas especiales que se salen de lo común.
En la última etapa de su vida, tuvimos un acercamiento máximo, de muchas muestras de afecto y con muchas ganas de recuperar el tiempo perdido en otras épocas y tuvo un emocionante y generoso gesto conmigo, regalándome su «gran tesoro», una cajita de partituras.
Era muy optimista y tenía un sentido de la dignidad muy fuera de lo común, ya que, disimulaba secretamente sus penas y su soledad, preocupándose de mostrar su faceta divertida y su espíritu absolutamente bohemio. Su despedida se llevó a cabo en la iglesia del barrio de Las Retamas y fue muy triste por la cantidad de ausencias; estuvimos presentes unos pocos allegados, aunque debo destacar que sobre el féretro lució la bandera de su querida Masa Coral, gracias a la iniciativa de sus amigos y la diligencia de José Perera, presidente de la Sociedad en aquellos momentos.
Él fue un magnífico instrumentista, pero por encima de todo un gran personaje «del chicharro», en toda la extensión de la palabra, al que recientemente le dediqué, casi en su totalidad, un capítulo del programa “Melómanos del Plectro”.
Para terminar, voy a dejar por aquí, algunas de sus expresiones, coplas y frases lapidarias que decía en los momentos adecuados y que siempre recuerdo con mucha nitidez y el máximo cariño, con el fin de despertar la sonrisa en todos los que tuvimos la suerte de conocerlo:
– «P’a vivir de esta manera, vale más que Dios disponga, borracho cuerpo presente, tirado en esta recova».
– «Fue a buscar un cesto de agua y hierba p’a la bicicleta».
– «Háganse buenos para que crean en Jesucristo».
– «D. Arturo en paz descanse».
– “…yo me sé toneladas y toneladas de variaciones«.
– «háganmenel favor ¡hombre!».
– «vaya una manera…».
– «cuatro golpes en re», enseñando los cuatro dedos, escondiendo la púa en el pulgar y con una «miradita» que no todos le resistían, decía: ¡uno! Y AQUELLO EMPEZABA COMO UN RELOJ SUIZO!
Así era el incomparable D. Néstor, o D. Ernesto, como le llamaba Adolfo, «el fósforo«, otro entrañable y querido amigo.