Casi todos sabemos que aparte de los cinco sentidos que tiene y caracterizan al ser humano, existen, además del sentido de la responsabilidad del que por otra parte me siento muy orgulloso, otros tales como el llamado también sexto sentido y que, en cierto modo, actúa como una especie de comodín que nos previene, sobre todo, de posibles avatares inesperados y por el que también pudiera recibir el calificativo de intuición o presentimiento primigenio.
Todos los mencionados, incluidos los cinco más conocidos y comunes, juegan un papel muy relevante en nuestra salud y bienestar, previniéndonos, en la mayoría de los casos, de una muerte casi segura. Así nuestro olfato, entre otras cosas muy agradables como el perfume de las flores, los aromas de los vinos y licores, etc., puede también detectar con cierta facilidad el gas mortal de un escape para ponernos sobre aviso de una desgracia próxima que se avecina silenciosa. El gusto, con el que, entre otros, disfrutamos de los sabores culinarios de cada día, nos alerta muchas veces sobre la posibilidad de fallecer envenenados. El oído, en caso de guerra, nos pone al tanto de la proximidad de un ataque enemigo además de sustituir en las noches más cerradas al órgano de la vista y podamos estar alerta de la proximidad de un peligro inminente.
Pero ¿Y el llamado sentido del humor? a veces tan criticado por todos aquellos que se toman a diario la vida tan en serio ¿Carece tal vez de la categoría necesaria como para ser tomado en cuenta? Pues en mi humilde opinión, creo que no. Y si me apuran mucho estoy dispuesto a demostrar que en los tiempos que corren es el sentido que con mayor proyección y mejores propósitos practicamos muchos de nosotros. Sin embargo, he de admitir que para practicarlo debidamente, éste se encuentra supeditado a otro dos sentidos tan esenciales como son el del oído, del que ya hemos alusión antes, y el lenguaje, del que hasta el momento no hemos hablado ni falta que hace porque se entiende perfectamente lo que quiero dejar claro. De manera que sin esos dos requisitos indispensables (oído y lenguaje) sería prácticamente imposible disfrutar del humor de forma tan espontánea entre dos o más personas.
En cualquier caso, solo nos queda aquello otro que los humoristas han dado en llamar humor gráfico, pero que, al igual que en el caso anterior, éste también estaría supeditado al sentido de la vista, por cuya razón tampoco resulta ser la panacea que todo dibujante espera de su trabajo en favor de que te paguen con una sonrisa. En este caso concreto de humor gráfico se da la paradoja de que no hay mayor ciego que aquel que no quiere ver, por lo que últimamente me he visto, y nunca mejor dicho, discretamente envuelto en las veladas críticas que generan algunos de los personajes de mis trabajos humorísticos y que no parecen ser del gusto de algunos de estos supuestos ciegos acérrimos que suelen cargar las tintas contra mi particular aunque natural manera de entender el sentido del humor en general.
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Licenciado en Historia del Arte y Bellas Artes
