domingo, abril 28, 2024
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Redes Sociales y demás

Puedo jactarme de muchas cosas en esta vida  menos la de pretender utilizar exclusivamente las llamadas redes sociales para algo que no sea difundir mi obra fotográfica, pictórica, humorística, etc., entre todos mis viejos conocidos que aún conservo y a quienes conozco personalmente desde la infancia. Quiero decir con ello que no busco hacer amigos nuevos con los que no me unen experiencias comunes de las que podamos haber sido partícipes en otros tiempos y lugares.

Si a lo expresado anteriormente le sumo el dolor que me produce la expansión en dichas redes de ese nuevo fenómeno al que ahora llaman fake news, además de los consejos de los muchos influencers que viven de la estupidez de los demás, -lo que significa vivir del cuento-, no me queda más remedio que llegar a la triste conclusión de parecer absorbido por una vorágine de charlatanes y predicadores que lo único que pretenden es intentar cambiar las conductas de los demás a base de falsas promesas con el fin de seguir manteniendo sus estatus comerciales, políticos, artísticos, económicos, etc., etc. Resulta tal la dependencia de esos agoreros de la fortuna y el éxito que si no eres conocido en las redes, no eres nadie.

Y, claro, yo me siento alguien, independientemente de mi inexistencia virtual en Google, en Facebook, en Instagram o en Twitter, por poner sólo unos cuantos ejemplos. Hasta tal punto me siento alguien que casi nadie en el mundo, excepto un pequeño grupo de amigos íntimos, es conocedor de la gran proeza que he estado llevando a cabo en el más absoluto silencio durante muchísimos años de arduo trabajo y cuyo éxito colma del todo mis propias expectativas en relación al amor propio herido durante tanto tiempo de ostracismo por culpa de esa intolerancia virtual en las redes sociales ya mentada anteriormente.

Todos ustedes se preguntarán en que ha consistido ese mundial logro individual conseguido por mí y del que todavía no se han hecho eco las odiosas redes sociales donde no se ha difundido la noticia simplemente por el temor de muchos interesados en hacerla pública porque pudiera poner en peligro el protagonismo alcanzado hasta ahora a base de sofisticadas proezas de dudoso carácter científico, artístico, estilístico, cultural, etc., etc.

Pues bien: después de unos cuatro años de arduo trabajo y pese a la gran dificultad que entrañaba el proyecto llevado finalmente  a cabo con éxito, yo he sido el primero y hasta este momento, el único aventurero en haber podido conseguir, por fin, encontrar en un rústico pueblecito del interior de Cataluña, la famosa aguja que todo el mundo, desde tiempo inmemorial, creía perdida para siempre en algún pajar del orbe y que, sin embargo, ni las redes sociales, ni los medios de comunicación, aún no han hecho público tamaño descubrimiento, ni tampoco han llegado a reconocer mi hazaña.

Lo mío sí que es humildad.

zoilolobo@gmail.com

Licenciado en Historia del Arte y Bellas Artes

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