Mientras mucha gente de mi generación permanece sentada sobre su propia ignorancia, yo me pregunto ¿Por qué ese afán inquebrantable de mis coetáneos en defender hoy una monarquía heredada de una sangrienta dictadura como las que nos tocó vivir a todos aquellos nacidos a partir de 1936?
Yo, nacido en 1946, conocí la existencia de ciertas monarquías a través de las ilustraciones de los primeros cuentos leídos sobre príncipes y princesas que por entonces siempre creí que sólo se trataba de un producto literario de ficción que ponía en práctica la industria de las editoriales de entonces al alcance de todos los niños y niñas. En las escuelas se nos ocultaba prácticamente la existencia de las dos repúblicas habidas antes del “Alzamiento Nacional”. Y, en menor medida, la discutible monarquía de Alfonso XIII.
Llegados hasta este punto, no comprendo la aparición hoy en España de tantos monárquicos. La única explicación que se me ocurre es que en aquel paquete de medidas que el dictador dejara “atado y bien atado”, su sangrienta dictadura, a ojos de generaciones venideras, figurara como un paréntesis de mal necesario en la historia de España para acabar de una vez por todas con aquel republicanismo que dio por acabada la monarquía de entonces y que, a su muerte, Franco instituye de nuevo para beneplácito de todos los que hoy y de manera inexplicable defienden la monarquía por exigencia del dictador. De manera que, en verdad, no se trata de que existan más monárquicos hoy, sino, más bien, una obediencia ciega a cargo de los franquistas que quedan por los postulados del difunto en pos de consolidar una nueva monarquía en detrimento de la restauración de un sistema republicano de gobierno como el que muchos esperamos.
De la misma manera que Napoleón en 1804 acabaría de hecho con la primera república francesa para instaurar monarquías en los países conquistados para el imperio, Francisco Franco haría lo propio en el siglo XX en una muy mala imitación llevada a cabo con el sangriento desconcierto creado durante cuarenta años de dictadura y que todos ya conocemos. ¿A qué viene, pues, tener la obligación de respetar un capricho histórico que no conduce a nada en un estado democrático y de derecho como es actualmente España?
Casi podría afirmar que, en efecto, ya no quedan en nuestro país monárquicos que lloren de manera incongruente la muerte de Franco, sino que aquellos que hoy dicen serlo, lo que en realidad se consideran son Juancarlistas, con todo lo que ello, además, significa si tenemos en cuenta el provecho económico y el lucro personal obtenido de su largo reinado.
Vuelvo a preguntarme ¿Por qué tanto temor al advenimiento de una tercera república?
zoilolobo@gmail.com
Licenciado en Historia del Arte y Bellas Artes