A propósito de las críticas vertidas en su día por la entidad independentista SÚMATE sobre la equidistancia que, – según Jordi Évole-, él mismo habría pretendido mantener en lo que se refiere a su postura personal en relación con lo publicado por el Periódico de Cataluña a propósito de los posibles errores cometidos por los Mossos durante su intervención en los pasados atentados terroristas de las Ramblas, confieso que no salgo de mi asombro por cuanto de paso se insinúa también el hecho de que Jordi pretendiera mantener así su neutralidad en un tema tan complejo y espinoso para tantos otros como sería el derecho a decidir en un próximo 1º de Octubre en Cataluña. Me viene ahora a la memoria la difícil situación vivida por parte de los inmigrantes llegados a Cataluña entre los años 50 y 60 del siglo pasado y que, como yo mismo en aquel entonces, éramos tildados, comúnmente y por extensión, con el término de charnegos y el papel que éstos y sus hijos nacidos en Cataluña jugarían próximamente en las urnas, sean éstas de cartón o de plástico transparente.
Para los catalanes de entonces, Jordi Évole, por la condición de inmigrantes de sus padres (granadina su madre y extremeño el padre) hubiera sido, -independientemente de nacido en Cataluña-, el perfecto charnego, como también lo fueran, entre otros muchos, Joan Manuel Serrat, Francisco Candel, José Montilla, Maragall, etc., etc., y eso, aunque no lo parezca, quiere decir mucho en cuanto al derecho a decidir en un supuesto 1º de Octubre. Bien es verdad que el término charnego parecía entonces más lingüístico que racial, aunque también obedecía a tu no pertenencia a Cataluña. Sin embargo muchos castellanos y andaluces encontraban el término sumamente insultante cuando no despectivo, incluso, xenófobo.
En tal sentido, independientemente de todos aquellos, catalanes o charnegos, que quieran optar por el derecho a decidir en las urnas, no cabe duda de que para los miles de nacidos en Cataluña,-aunque de padres charnegos-, las connotaciones sentimentales de tipo familiar, étnicas, culturales y sociológicas, habrán de jugar un importante papel en su decisión final, aunque es de suponer que todos ellos, imitando el comportamiento atribuido por SÚMATE a Jordi Évole, también habrán decidido ya guardar esa equidistancia que no les comprometería a nada por mucho que en su día Jordi Puyol considerara como catalanes a todos aquellos que viven y trabajan en Cataluña mientras que su mujer, Marta Ferrusola, se lamentara entonces de que el Presidente elegido de la Generalitat fuera José Montilla y no el Muy Honorable Josep Montilla, como mínimo.
Por tanto, el peso específico que suponen los miles de charnegos afincados definitivamente en Cataluña desde hace años, juegan, todavía hoy, un importante papel a tener en cuenta en los sondeos de intención de voto que se lleven a cabo a partir de ahora por medio de encuestas fiables que nos permitan aproximarnos al número de participación real y objetiva de un próximo día 1º de Octubre. Todo ello si es que el referéndum llegara finalmente a producirse.
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Licenciado en Historia del Arte y Bellas Artes