El nauseabundo olor a estiércol humano que despide el recinto del Congreso de los Diputados es imposible de soportar para todos aquellos demócratas de olfato fino y correctas maneras en el andar político nacional del que ahora, sobre el barro que inunda los pasillos y con el que se podría alicatar un rascacielos de los de Trump, parece del todo imposible. Pero el Partido Popular cree que le sienta bien barrearse en su propio detritus con tal de repeler todo aquello que no le interesa asumir en materia de colaboración con el Gobierno.
Los propios errores cometidos últimamente por parte de sus gestores autonómicos han sembrado también de lodo muchas calles de un puñado de pequeños pueblos valencianos mientras el Presidente de la Comunidad, el Sr. Mazón, se revolcaba a su vez en otro lejano lugar durante las mismas horas en que arreciaba el diluvio y que devino con un saldo de cientos de muertos a cuyos familiares aún les debe las correspondientes explicaciones sobre su precipitada y cobarde ausencia.
“Ande yo caliente, ríase la gente” parece haber querido pensar Carlos Mazón con la que se le venía encima. Aún hoy se ignora donde pudo haberse puesto a cubierto y si lo hizo en compañía de una señora de la que hoy se sabe muy poco y que no parece haberse arrepentido del goce padecido en compañía de semejante irresponsable. Según parece, la cama debió de ser lo bastante alta como para que el agua no hubiera alcanzado la superficie superior del lecho donde encontraron refugio en previsión de un trágico accidente que por suerte podía haber ocurrido.
No me corresponde a mí denunciar los precarios procedimientos llevados a cabo por el irresponsable de Mazón en la gestión de la DANA, pero a tenor de todo lo sucedido y de cuanto el sujeto oculta, sí que me siento sentimentalmente autorizado a verter mi modesta opinión sobre tan lamentable caso de desidia y condenar públicamente el proceder de tan miserable tratamiento de una emergencia nacional en favor de los valencianos.
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Licenciado en Historia del Arte y Bellas Artes