En Tierra de Campos, la pequeña ciudad de Palencia, a orillas del río Carrión se despertó un día más con sus 79.986 habitantes censados. Gente recia y acostumbrada a inviernos muy fríos y ventosos.
El Diario Palentino informa con detalle de todos los pormenores de sus habitantes desde hace más de un siglo. La noticia con la que abría el periódico ese día era la más insólita, asombrosa e inaudita en más de cien años. ¡Y no era veintiocho de diciembre!
Desde las nueve y media de la noche la ciudad se había paralizado. Nadie había muerto. Nadie había necesitado una ambulancia. No había habido accidente alguno. Nadie había acudido a urgencias, ni siquiera con una ligera indisposición. Ningún niño había nacido.
Ese mismo día por la mañana unos empresarios habían viajado a la ciudad. Abrigaban un importante proyecto: la edificación de un gran centro comercial. Pasearon durante el día y a las 8.30 de la tarde quedaron para cenar. Les extrañó que sus interlocutores palentinos presentaran una excusa tras otra para retirarse a partir de las nueve. No daban razón para su recogimiento.
Los empresarios, aunque muy cansados, querían quedarse y los camareros paseaban nerviosos. —Un servicio pésimo, comentaban extrañados entre bostezo y bostezo. —Parece que nos achuchan para que nos vayamos. —Todo es extraño en esta bonita ciudad castellana.
Al día siguiente los empresarios se despertaron inexplicablemente en unos sillones del restaurante. Se dirigieron atónitos al hotel discutiendo boquiabiertos sobre lo ocurrido, y después de desayunar se entrevistaron con los responsables de la empresa constructora. Tras las reuniones, regresaron sin pausa a Madrid. En el coche de vuelta comentaban lo raro, lo insólito y lo peregrino de todo cuanto había sucedido.
Dos días después, los telediarios de todas las cadenas nacionales abrían con la ciudad de Palencia.
¿Qué sucede en la ciudad de Palencia? Desde hace tres días no hay personas por la calle a partir de las 9:30 de la noche. Hacia las nueve todos los habitantes sean o no nacidos en Palencia tienen un sueño perturbador. El que se atreve a iniciar su retirada más tarde no es capaz siquiera de llegar a su casa. La consecuencia es que decenas de personas duermen en los bancos de la ciudad. Todos están ocupados. Incluso se han producido peleas para ocuparlos, pero el sueño acaba con los conatos de cualquier riña.
El sueño no es el único elemento perturbador. Desde el día d los habitantes de la ciudad solo compran y comen cordero y cabrito. Nada de verdura y frutas. Nada de pastas y legumbres. Nada de pescados y mariscos. Nada de dulces, chocolates y bollos. Solo cordero y cabrito.
Tampoco beben leche, café, cerveza ni vino, y esto choca más aún con los caldos excelentes de la zona. Solo beben agua con gas, cualquiera que sea la hora del día.
Los supermercados, las pescaderías, las carnicerías y las fruterías han empezado a comprobar cómo sus productos se acumulan en sus mostradores, refrigeradores y vitrinas. Piensan que si la cosa sigue igual tendrán que arrojar todos los productos a la basura. Se anuncian pérdidas millonarias. Solo hacen el agosto los vendedores de cabrito, cordero y agua con gas. La ciudad se ha llenado de vendedores ambulantes con estos tres productos.
El paso de las semanas sin que las cosas cambien provoca la llegada de curiosos procedentes de todo el mundo. También los investigadores se dan cita analizando el aire, el agua, la atmósfera, la tierra. Todos los habitantes se someten a pruebas y análisis de todo tipo. Los médicos no dan abasto.
Los resultados son descorazonadores. No se encuentra alteración alguna en las muestras, pero la asistencia de personas a la ciudad demuestra que los efectos son reales y no impostados o fingidos.
Lo que empezó siendo una extraña noticia local salta a todos los noticiarios del globo. Todas las emisoras de radio y TV intentan ponerse en contacto con los periodistas locales, pero ninguno sale a antena en las emisiones nocturnas.
La pequeña ciudad castellana y sus encantadores pobladores sufrieron el encantamiento durante tres semanas y tres días. Después, sin que nadie advirtiera cómo, la ciudad volvió a ser la misma.
Hasta el momento no se ha podido explicar el porqué de lo sucedido. Fueron ¿las pruebas practicadas por los americanos para el aprovechamiento conjunto de la energía solar y eólica hechas a veinte kilómetros de distancia?; ¿la visita de un centenar de visitantes extraños que solo se acercaban a la ciudad por la noche produciendo siempre ruidos extremos y portando siempre luminarias fluorescentes?; ¿la muerte inexplicable de la mayoría de las vacas de la provincia a pesar de los pastos verdes y sin que el agua no estuviera contaminada?; ¿los cientos de toneladas de arañas acumuladas desde el día “d”, y cuyos restos fueron posteriormente retirados con potentes máquinas? Nadie ha dado una explicación convincente. Sea como fuere, la ciudad volvió a la normalidad.
Doctora en Derecho.
Licenciada en Periodismo
Diplomada en Criminología y Empresariales