Aquí en España nadie sabe nada, nadie sospecha de ninguno aunque todos sospechan de todos. Quizás se haya hablado poco de las mascarillas porque durante la pandemia, al parecer, muchos políticos de muy distinto signo, a la chita callando, se aprovecharon económicamente de las circunstancias para cobrar unas comisiones aparentemente justificadas y que por arte de magia política comienzan a aparecer ahora, cuando precisamente la señora Ayuso justificaba el no traslado de los ancianos de las residencias porque ante el colapso “iban a morir igualmente”, sin darles siquiera la opción a morir por lo menos sin dolor.
Aquellos años de aquella Valencia justificada en modernidad por el atrevido diseño arquitectónico de Calatrava y a la que visitara por entonces el Papa, la que prestara sus calles para una carrera de Fórmula1 y donde políticos tan populares como Fabra, Rita Barberá además de muchos otros conocidos comisionistas profesionales, afiliados sólo por el interés al codicioso Partido Popular, se daban cita diaria en los medios de comunicación para tratar de vendernos una moderna capital de vital importancia como estandarte de una España en continuo auge de proyectos milagrosos cara al futuro.
Madrid tomaría el relevo de aquella aventura mediterránea que significó Valencia y entre la Presidenta de la Comunidad, Isabel Díaz Ayuso y el Excmo. Alcalde, señor Almeida, se confabularon para hacer de la capital de España lo que en vano pretendieron hacer en Valencia Rita y Fabra. De manera que los madrileños podrán disfrutar en sus calles de un circuito automovilístico al año, una mascletat de dudoso respeto por el medio ambiente, una playa a orillas del Manzanares, etc., etc., pero a un precio elevadísimo por lo que respecta a unos servicios de sanidad pública eficientes y a una mejora de facilidades en materia de alquiler de viviendas para familias con menos recursos. Sin embargo, terracitas y cañitas de cerveza que no falten.
Sospechamos que aún quedan políticos en la sombra que se toman muy en serio lo que entendemos por decencia. Y son a ellos a los que, desgraciadamente, no se les otorgan las posibilidades de responder ante los medios de comunicación para dar testimonio de todo lo que, supuestamente, queda todavía por hacer. Por suerte suelen ser todos aquellos que rechazan comisiones por desempeñar bien el trabajo al que se han comprometido con sus respectivos partidos.
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Licenciado en Historia del Arte y Bellas Artes