Pedro Sánchez habría permanecido todo el rato en el interior de la Moncloa con la puerta de par en par a la espera angustiosa de que por ella entrara el tan discutido relator que habría de intermediar en las conversaciones mantenidas con los independentistas catalanes, pero en vista del fracaso obtenido ha decidido dejarla sólo entreabierta por si acaso se produce al final el esperado milagro del regreso de Torra y los suyos, aunque sólo sea para apoyar sus Presupuestos Generales del Estado. Sin embargo, para evitar que puedan entrar furtivamente por la puerta de la cocina, ésta sí que ha sido cerrada a cal y canto para tratar de no sufrir, si cabe, males aún mayores.
Hoy hemos sabido que, ante el fracaso de llegar a un acuerdo factible para ambas partes, Sánchez ha anunciado por sorpresa elecciones anticipadas para el próximo 14 de abril en señal de alarma por lo que él considera ingobernabilidad del país con tan pocos diputados a su favor. De modo que los independentistas catalanes correrían un riesgo todavía más que imprevisible porque en caso de que éstas elecciones anunciadas prematuramente fueran supuestamente ganadas en última instancia por el Partido Popular, ya sabrían de antemano lo que les espera de la derecha española, sobre todo al tener que de sufrir las graves consecuencias que se desprendan en el futuro del juicio que dará comienzo el 12 de febrero contra los responsables de los sucesos acaecidos a partir de aquel 1º de Octubre de 2017.
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Sí por temor a un bueno por conocer por llegar al Gobierno, los independentistas catalanes decidieran optar por retirar las enmiendas a la totalidad al malo conocido en favor de los Presupuestos Generales del Estado y facilitar de ese modo la continuidad de Sánchez al frente del ejecutivo, los socialistas volverían a tener de nuevo la sartén por el mango en todo aquello que se refiera al llamado ingenuamente procés catalán.
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