jueves, octubre 10, 2024
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Oídos sordos al racismo en el futbol.

Yo, que no soy muy guapo y tirando de gordo a muy gordo, dependiendo de las fechas, tuve que aprender a que los chicos no se rieran de mí. Es más, todavía a estas edades hay quien, para sentir su ego crecido, tiene que intentar ridiculizarme por mi aspecto. Ahí pincha en hueso. ¿Por qué? Pues porque yo soy el primero que me uno a reírme de mis defectos. Eso es mano de santo. Cuando ven que no pueden hacerte sentir mal, la siguiente vez, ni lo intentan. Y, si encima eres de ingenio rápido y logras darle la vuelta; el ridiculizador puede acabar ridiculizado. Me encanta jugar a eso.

En el fútbol, todos tenemos claro que hay racismo. Se le llama “mono” a los jugadores negros, se les tiran plátanos, etc. Pero también hay homofobia. ¿Cuántos espectadores, a lo largo de un partido, gritan a alguien “mar***n*? Pues la mitad a jugadores del equipo contrario y la otra mitad al árbitro. ¿Y machismo? ¿Qué me dicen del machismo? Hemos oído frases a las féminas, del tipo “mejor y estuvieras fregando los platos”, por poner una que no hiera sensibilidades.

En el fútbol, con el jugador madridista Vinicius Jr., se está produciendo una paradoja digna de estudio. Cuantas más denuncias de racismo se hacen, más racismo le demuestran. Y eso me da que pensar que quizás, los insultos que le infieren en casi todos los campos donde juega, no tiene un motivo tan discriminatorio por su color de piel y va más encaminado a la genealogía del futbol de toda la vida. Mucha gente, en la época en la que fui futbolista, iba a los estadios a descargar. Padres de familia modélicos, en el estadio se volvían unos energúmenos. Y eso, mal que nos pese, no ha cambiado nada. A “Vini” le insultan porque es divertido verlo cogerse el rebote del siglo. Es un espectáculo verlo y un obrero de la construcción, que nunca saldrá en las revistas, se siente con el poder suficiente como para amargarle la tarde a uno de los mejores jugadores del mundo del balompié actual. ¿Y por qué lo hace? Pues porque los teatros que monta el jugador le hacen sentir, al anónimo espectador, que tiene ese poder. Y como lo tiene, lo ejerce.

El día que nadie haga caso a lo que diga la grada, se acabarán los mensajes personalizados a jugadores. Eso sí, se seguirán profiriendo consignas machistas, racistas, homófobas. Eso no ha cambiado en 100 años y no lo va a hacer por ahora.

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