Que España es un país diferente no tiene discusión. Estamos sufriendo la mayor crisis que se recuerda desde la Segunda Guerra Mundial, aunque por razones distintas la humanidad se encuentra inmersa en una senda complicada y que ya se verá cómo la superaremos.
La población lleva meses siendo bombardeada con los mensajes referentes al coronavirus y la salud. Si hacemos un repaso lo más objetivo posible desde que empezó está locura mundial, nos daremos cuenta de la ingente cantidad de opiniones encontradas con las que hemos tenido que lidiar.
Hace ya muchos meses se han incrementado los discursos sociales y políticos inclusivos sobre los asuntos de género. Supongo que cada lector tiene su opinión al respecto y “estará de acuerdo con ella”; hacer un análisis sobre este tema resulta siempre conflicto, nos han “comido el coco” lo suficiente como para enzarzarnos en discusiones bizantinas.
El segundo semestre de 2021 ha dejado al mundo con sus miserias al aire. Desabastecimiento, carestía, pobreza colectiva y un largo etcétera ha dado la puntilla a la clase media, sobre todo en España. Las grandes multinacionales, aunque hayan visto mermadas sus ganancias, siguen ahí. Los pequeños empresarios que son el tejido productivo de todos los países han tenido que echar el cierre, la presión fiscal del gobierno y la pandemia los han sepultado en deudas.
No es nuevo, y hablo de Canarias, que vaya usted a una tienda –de cualquier ramo– a buscar un producto de alimentación, electrónico o un simple repuesto de coche y le digan que no hay disponibilidad. En nuestra tierra somos especialistas en esto, pero en los últimos meses se ha visto acentuado.
Grandes empresas de producción se han visto abocadas a la ralentización de sus producciones por la falta de materias primas. Los productos de alta tecnología escasean en todo el mundo. Entre tanto, nuestro gobierno nos vende la milonga de consumir productos de proximidad por aquello de la ecología… ¿En serio? ¿Cuándo nos piensan decir la verdad de lo que está pasando?
La confortabilidad de nuestro estatus social se está yendo a tomar por el saco. Vaya usted a un Centro Comercial a buscar esas galletas por las que pierde el culo… o ese producto que ha desaparecido de los lineales; algo está pasando y no queremos ser conscientes de ello.
Mientras China pide a su población que haga acopio de alimentos o sus industrias acaparan productos para producir alta tecnología aquí, como siempre, nos ocupamos de los pedos de las vacas, si el machango del semáforo de su calle tiene falda o pantalón o si la señal de “Peligro Colegio” es inclusiva.
Por cierto, los señores del jamón pata negra –leáse sindicalistas– están callados como puertas ante la subida de la luz, el aumento de la edad de jubilación, la hipotética bajada de pensiones, el precio de la cesta de la compra y todo eso que ya ustedes saben… si quieren.–Confucio.
Yo opino que usted tiene razón. La presión sobre el contribuyente se ha vuelto insoportable y lo más insoportable es el silencio de la oposición y los sindicatos.