Cada día, cuando suena el despertador lo primero que hago es abrir los ojos y estirarme…otros son más poéticos y dirían que poner la radio. Yo primero abro los ojos, me estiro y en función de lo cenado, pues ya se sabe. Me aficioné a la radio desde niño, cuando mi padre escuchaba a hurtadillas Radio Canarias Libre en un viejo transistor de sobremesa que había que encender un rato antes para que las válvulas se calentasen y donde Antonio Cubillo, desde Argel, hablaba sin tapujos. Mi padre seguía la misma tradición de mi abuelo que, tras la cena me decía: “Enciende la radio para que se vaya calentado que quiero oír las noticias”. El viejo sintonizaba desde Los Realejos, a escasos metros de donde nació José de Viera y Clavijo, la BBC en español. La radio del Movimiento no le merecía mucha credibilidad. Siempre he escuchado la radio. Me sorprendió la frescura que Francisco Padrón imprimió a Radio Club Tenerife y luego me enganchó el desparpajo de Radio Burgado con Andrés Chaves al frente. Creo que he podido gozar del mejor momento de la comunicación en España y por tanto me sorprende lo que estamos sufriendo en la actualidad, donde hasta el más tonto puede ver lo sectarios que pueden llegar a ser algunos periodistas o comunicadores. Lo peor de todo ello no es que este tipo de medios de comunicación exista, lo más lamentable es que hay muchos ciudadanos reconvertidos es súbditos que se lo creen.- Confucio.
Saber lo que es justo y no hacerlo es la peor de las cobardías
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