Una comunidad autónoma tenía dos líderes políticos que defendían la independencia. Junto a otros se pasaron la Constitución por el arco de triunfo y proclamaron una supuesta república independiente. Para ello convocaron una consulta y malversaron caudales públicos.
Uno de ellos se fue a un país lejano, donde siguió derrochando dinero en un palacete y con comparecencias mejilloneras ante los medios de comunicación del continente, todo ello al más puro estilo de una república bananera. Su miedo al talego le provocó una fuerte diarrea estilo caganer.
Después de tanto gasto y de ir perdiendo protagonismo reflexionó sobre su situación, sobretodo porque le han perdonado algunos de los delitos cometidos, y tomó la valiente decisión de regresar por el arco de triunfo para ser recibido como si fuera el puto amo.
Todavía no había llegado y ya todos los corderos de su rebaño se organizaron para recibirle e investirle con los mejores ropajes y organizando calsotadas por todo el territorio para festejar el regreso del prófugo que decía estar en el exilio.
El otro, el que apechugó con su responsabilidad y acabó pagando parte de su deuda con la sociedad en un calabozo, miraba de forma extraviada toda esta situación y trato especial al malversador. Los padres de esta supuesta republiqueta le explicaron que siempre habían estado con él y la amnistía también le pertenecían al caganer, el que estaba perdido y había regresado.
Esperemos que el delito de malversación que sólo pueden cometer autoridades o funcionarios que sustraen caudales públicos o consienten que un tercero lo haga de con sus mejilloneros huesos en el talego. Ya va siendo hora que personajes de todos los colores, ideologías y procedencias se pasen por el arco de triunfo el Imperio de la Ley. Amén.–Confucio.