Me parece de una estulticia sin límites acusar a los espías de espionaje; también es de tontos que “tranquen” a unos espías espiando, pero con la tecnología que tenemos hoy en día, imagino que no resultará tan complicado para los genios de la informática. Lo único que me resulta escandaloso es que se cuestione al Centro Nacional de Inteligencia de intentar vigilar los devaneos soberanistas de los catalanes, por ejemplo.
Es de dominio público que todo país que intente mantener su seguridad debe tener unos servicios de inteligencia modernos y lo suficientemente efectivos, todo ello en aras de conseguir que los ciudadanos se puedan echar en brazos de Morfeo y levantarse sin tener que mirar bajo la cama, por si hay una urna, o bajo su coche por si hay una lapa.
El problema de depender de independentistas del tres por ciento, partidos pro etarras e incluso partidos extremistas zurdos o diestros es que, la inteligencia se tiene que esforzar en descubrir y neutralizar cualquier intento ilegal de cargarse el Estado de Derecho. A toda esta gente mencionada les molesta que les escuchen… ahora bien, si escuchan a la extrema derecha, políticos de todo signo, reyes y príncipes les parece fantástico.
Así son las cosas. Nos ausculta Google y todas las aplicaciones que tenemos instaladas en nuestros teléfonos móviles. Saben hasta la hora en la que vamos a ca… minar, si nos tomamos una hamburguesa o compramos en un centro comercial. Los ofendiditos independentistas vascos y catalanes ahora se rasgan las vestiduras por el hecho de que el Estado vigile sus deseos golpistas. Podemos recordar a ETA o Terra Lliure, todos ellos unos “angelitos”.
Si hubiera sido más efectivo todo este aparataje nos habríamos ahorrado algunos muertos; casi un millar de la banda armada vasca, el 11 de marzo y el atentado de Las Ramblas. Yo no tengo ningún problema en que este tipo de vigilancia exista. Cuando voy al Hipercor no quiero que unos tarados revienten el parking, si paseo por la calle no quiero que me atropelle una furgoneta y si cojo el tren de cercanías quiero llegar a mi destino.
Da la impresión que todos los que se han escandalizado tienen algo que esconder; algo parecido a lo que se hacía en el colegio cuando olía a pedo: “El que tenga las orejas calientes se gufió”… y todos se echaban manos a los pabellones auditivos.–Confucio.