Cuando tuve la edad suficiente para comprender que existían los Estados Unidos de América, me sorprendió mucho saber que en aquel país cualquiera podía llegar a ser presidente; sobre todo para un niño como yo que, habiendo nacido en 1946, en la isla de Tenerife de un archipiélago llamado Canarias y bajo una feroz dictadura de la que todavía no era consciente, no sabía ni imaginaba siquiera lo que significaba ser presidente de un país tan lejano. Sólo cuando alcancé el suficiente uso de razón sí que llegué, por fin, a entender que: ¡Efectivamente! cualquiera por maleducado, analfabeto, presuntuoso, prepotente, violento y rico que fuera, podía llegar a ser presidente de un país tan grande y tan complejo como EE.UU. Pude darme perfecta cuenta de ello a esa edad tan temprana en la disfrutábamos viendo a los vaqueros cabalgar tras de las reses por las extensas verdes praderas de un extremo a otro de la pantalla del cine Park, en La Cuesta.
Ya de adulto y con más de dos dedos de frente, pude también comprobar que cualquiera de aquellos presidentes elegidos democráticamente podían a su vez ser vilmente asesinados sin contemplaciones, sobre todo, gracias a la proliferación de armas de fuego de las que cualquiera podía disponer gracias a lo que contemplaba la llamada Segunda Enmienda a su Constitución. Sin embargo el todavía actual presidente Trump continúa con vida tras el azaroso tiempo transcurrido desde que fuera elegido. Ninguna bala, por suerte para él, ha podido hasta ahora despeinar su hermoso cabello traslúcido de fornido hombre de negocios americano.
El candidato demócrata Biden, su rival en esta nueva campaña de elecciones a la presidencia de USA, parece mucho menos arrogante y presuntuoso que Trump, y prueba de ello es el apoyo sincero e incondicional que recibe del que fuera primer presidente negro en la historia de aquel país, Obama.
La presunción del republicano pato Donald Trump es tan alta que hasta ha llegado a anticipar que si no saliera reelegido será porque los votos habrán sido manipulados convenientemente en favor de su rival demócrata Biden. Ésta declaración a los medios de comunicación da una idea clara de a qué tipo de candidato se enfrentan los votantes mientras las encuestas continúan sin favorecerle claramente.
Si bien el viejo Oeste era sólo un reflejo del modo de vida americano de la América profunda, los niños de entonces no nos llamábamos a engaño frente a la pantalla. Los revólveres disparaban demasiadas balas por segundo. Cuando la munición se acababa arrojaban las armas lejos de sí. Los caballos podían galopar durante horas sin fatigarse siquiera y, además, los indios eran muy, pero que muy malos; y lo peor de todo, es que siempre ganaron los rostros pálidos.
Por suerte para todos los niños de mi época que por extrañas razones nos identificábamos siempre con los perdedores, llegaría por fin el momento de la venganza. El general Custer, frente al 7º. de caballería de Estados Unidos, sería derrotado y muerto en la batalla librada en Little Bighorn, Montana, por una coalición las tribus indias al mando de Caballo Loco y Toro Sentado.
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Licenciado en Historia del Arte y Bellas Artes