martes, octubre 8, 2024

Perspectiva

Nuestro planeta tierra gira sobre su eje (rotación) a una velocidad aproximada de 1.670 kilómetros por hora, lo que supone un efecto combinado entre la Ley de la gravedad y la fuerza centrífuga que a mí siempre me ha interesado. Desde niño sólo por curiosidad y ahora de mayor porque no tengo nada mejor que hacer aparte de tratar de saber como siguen las obras públicas del Ayuntamiento de la ciudad en que vivo.

Dicho esto, he de confesar que debido al sumo interés que siempre he tenido por el arte, he prestado demasiada atención en respetar la línea del horizonte, donde confluyen todos los puntos de fuga que se precisan para obtener una perspectiva razonable a la hora de dibujar o pintar a plein air, en el campo, o sobre el paisaje urbano que nos ofrece siempre la ciudad aunque, desde el principio del siglo XX, muchos pintores comenzaran a desembarazarse a propósito de tantas formalidades, acabando por desechar el inútil rigor al que les sometía las dichosas leyes de la Perspectiva.

Tal perspectiva académica, no viene a ser otra cosa que un trampantojo para tener contentos a los puristas, pero, sobre todo, al sentido de la vista en relación a todo aquello que nos rodea.

¿Acaso creen ustedes que los raíles del tren a medida que se alejan de nosotros terminarán encontrándose en lo que llamamos punto de fuga en el horizonte? Pues no. El hecho de que lo veamos así no es otra cosa que la limitación de nuestra propia vista en relación a las formas que nos rodean y a la distancia.

Si observamos la pintura de Van Gogh nos daremos cuenta de que, aparentemente, no respetaba lo que se esperaba de ese tipo de pintores: la perspectiva. Y se puede apreciar en el cuadro que representa el interior de su propia habitación, donde aparecen la popular silla de enea y su cama, por poner sólo un ejemplo. Cuando digo aparentemente, en el caso de Van Gogh, no es que despreciara la perspectiva como otros hicieran más tarde sino que no acababa nunca de dominarla; hasta el punto de que no sólo sufría por eso y su enfermedad sino también por el supuesto fracaso de no conseguirlo, a pesar de asistir a clases particulares de dibujo a diario.

De manera que a veces me siento en la planicie mirando la dichosa línea del horizonte y observo como el camino concluye en un punto concreto en la lejanía. Me levanto y avanzo en aquella dirección y compruebo que, por cada paso que doy, el horizonte se desplaza también un paso más lejos. Así que si no me paro allí para siempre, los horizontes pueden ser muchísimos; tantos como pasos de en la misma dirección, pero con la salvedad de que, como la tierra es redonda, terminaré en el mismo lugar y en el mismo paisaje del principio aunque muchísimo tiempo más tarde y mientras el planeta continúa girando a una velocidad de unos mil seiscientos setenta kilómetros por hora y yo preocupado por la Perspectiva.

zoilolobo@gmail.com

Licenciado en Historia del Arte y Bellas Artes

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