Aprovechando la sanción impuesta de cinco días por los puritanos de Facebook por, según ellos, romper cierto protocolo en relación a la ilustración, supuestamente obscena, de un artículo mío publicado en éste mismo diario hace tan sólo unos días, he tratado de recordar una frase de juventud atribuida generalmente a todo aquel que solía tomar acertadas decisiones en su favor además de saber evitar ser maliciosamente engañado por algún otro. Esa frase no era otra que la de suponer que alguien con esas facultades no tenía ni un solo pelo de tonto.
En la década de los años 70, yo mismo me sometí a una observación de carácter capilar para cerciorarme del hecho de que pudiera tener aunque sólo fuera un pelo de tonto. Como consecuencia de mi profunda cabellera y después de dos años de observación exhaustiva a cargo de distintos especialistas en la materia, afortunadamente para mí, sólo pudieron diagnosticar la presencia de un sólo pelo de tonto que se correspondía abiertamente con ciertas idioteces en las que yo creía entonces, como, por ejemplo, asegurar que la tierra tenía que ser plana porque si no, los habitantes del hemisferio sur se precipitarían en el abismo. Unos achacaban esta creencia al excesivo consumo de cannabis, que no era mi caso exactamente, y otros muchos a la posibilidad factible de que pudiera tener algún pelo de tonto que en realidad es lo que algo más tarde se descubriría.
No basta con arrancar el cabello descubierto dañado. Se debe, además, practicar una severa intervención en el folículo piloso para dar muerte a las células madres que provocan el crecimiento del cabello y que garantice su eliminación definitiva.
La manera más fácil y que se ha puesto de moda últimamente para evitar pasar por los gabinetes de tratamiento, consiste en raparse completamente al cero, pero esta nueva modalidad no acaba definitivamente con las células madres del folículo piloso por lo que al menor descuido puedes caer en la tentación de decir o cometer alguna tontería que acabe perjudicando tanto tu carrera profesional como familiar. Mejor no arriesgarse, máxime cuando los precios por una intervención de este tipo se encuentran hoy en día al alcance de cualquiera.
Actualmente, la avanzada tecnología en este campo gracias al rayo laser, no pasa de ser una mera intervención rápida y eficaz, hasta tal punto de que no sólo las peluquerías en general sino también el mismo parlamento y el senado español ya disponen de gabinetes dedicados exclusivamente a la eliminación definitiva de los llamados pelos de tonto de los políticos.
Como claro ejemplo del seguimiento del tratamiento entre los políticos de turno, las crispaciones entre los partidos han descendido mucho o desparecido por completo, hasta el punto de que hace sólo unos días pudo oírse perfectamente en el parlamento una disculpa sin precedentes entre colegas, cuando Pablo Casado interpeló al presidente Pedro Sánchez en los siguientes términos:
“¡Perdona Pedro! Tienes toda la razón del mundo”
Esta disculpa sería hoy imposible por parte de veteranos políticos como por ejemplo José Mª. Aznar, quién sigue jactándose todavía de no haberse sometido nunca a la exfoliación de sus mechones de pelos de tonto acumulados todos ellos en su hermosa y legendaria cabellera y que dieron lugar en su día a idioteces, entre otras, tan descaradas, escandalosas y descomunales, como la de acusar falsamente a Irak de tenencia ilícitas de armas de destrucción masiva.
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Licenciado en Historia del Arte y Bellas Artes