Desde el punto de vista artístico y arquitectónico creo que nadie discute la tutela que el Gobierno de Macron ha dedicado a la inmediata restauración de Notre Dame de París y es que, por lo que a mi punto de vista se refiere, el valor de tan magnífica catedral se lo concedo con los criterios que de ella han podido aportar a lo largo de los siglos los muchos y distintos historiadores del Arte sobre tan magnífica edificación.
Cosa bien distinta es el significado que para el imaginario de los franceses en general, la catedral parisina pueda guardar sobre su propia historia como país, además del arraigo que ha supuesto para los miles de creyentes que durante siglos han debido soportar su bella presencia y en cuyo interior se produjeran acontecimientos públicos de tanta solemnidad como fueron las coronaciones habidas como las de Jorge V y el emperador Napoleón Bonaparte.
Sin embargo no habríamos de olvidar que, en primer lugar, se trata de un bello recinto religioso que representa al mundo católico creyente y cuyo influjo y posterior triunfo de la Revolución, de la que tanto se enorgullece el pueblo francés, condujo a la separación definitiva entre Iglesia y Estado, convirtiendo a Francia en un país laico y acogido bajo su ya conocidísimo lema de Egalité, Fraternité, Liberté.
De manera que, dicho todo lo cual, encuentro perfectamente lógico que alguien como el presidente Pedro Sánchez haya podido guardarse el derecho a no asistir a la reinauguración de tan magna edificación; máxime cuando el acto estuvo ostentosamente solemne mediante una serie de actos litúrgicos y ritos católicos que para muchos mandatarios habrían supuesto un agravio para su propia conciencia personal.
Por todo ello, la recuperación con tanto acierto de tan emblemático lugar dice mucho en favor del pueblo francés, implicado tenazmente en la restauración de sus edificios tan característicos y de los que siempre podrá presumir desde el punto de vista estrictamente artístico.
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Licenciado en Historia del Arte y Bellas Artes