Desde el punto de vista de que a nadie parece importarle tu particular opinión sobre los hechos que acaecen en nuestro entorno más próximo y que nos afectan tan directamente, uno no tiene por más que sentirse totalmente desprotegido frente a aquellos otros que creen que tus propias reflexiones no son válidas como para tratar de resolver los problemas que te atañen particularmente. Y tienen razón porque, a nivel individual, ya puedes decir misa que, seguramente, nadie querrá escucharte como no sea que emitas una queja tan extraordinaria que conduzca a generar dinero y audiencia en los distintos medios de comunicación.
Ya existen tantos verdaderos profesionales que se quejan de tal modo de lo que les sucede a sí mismos que los medios, sobre todo televisivos, se rifan su participación incondicional en los distintos platós de televisión de país, pero claro, para ello tienes primero que convertirte en un auténtico profesional del escándalo a través de las redes sociales, encontrando la manera de poder convertirte en lo que hoy llaman influencer y con tal de llegar a eso, muchos son capaces de matar a su propia madre para vivir de las rentas que supone el poder vender tu experiencia personal a los medios.
Me asombra la cantidad de gente joven y no tan joven que existe, o a mí me lo parece, sin criterio propio; y lo bien que se sienten con depender del que aporta un donnadie agazapado, o más bien atrapado en las redes sociales, como si estuviera imbuido de una sabiduría heredada de una cultura milenaria que él sólo conoce, pero que en absoluto le corresponde y a la que, sin embargo, sus adeptos y seguidores otorgan tanto crédito.
Luego, éstos reverendos charlatanes contemporáneos, suelen retirarse muy pronto a un país como Andorra, desde donde comienzan a amasar una cuantiosa fortuna a costa de los demás y en favor de las ventajas fiscales en ese lugar del Pirineo. Desde allí convencen a los suyos de como se debe vivir, de cómo divertirse, que música escuchar, que libros no leer y si me apuran mucho, que gimnasios visitar para alcanzar unos protuberantes abdominales ellos y unos firmes y generosos pechos ellas.
La sociedad capitalista, el derecho al libre mercado, los nuevos hobbies convertidos en profesiones gracias al extendido uso de las redes sociales, han creado un caldo de cultivo en este sentido tan heterogéneo, que la rivalidad entre los charlatanes de turno ha alcanzado un nivel tan hortera de escándalo que no salgo de mi asombro, pero como ya he manifestado al principio, ni siquiera tengo el derecho a quejarme por aquello que, en realidad, no va conmigo.
En mi modesta opinión, todo empezó a raíz de que a los Dj de mi época juvenil, comenzaron a convertirse en Disc Jokey´s del ruido y la música pasó a parecerse al sonido que se desprende de una pizarra de colegio cuando es rayada con un pizarrín en malas condiciones. Y ya nunca volvimos a oir a Trafic, Chicago, Deep Purple, Frank Zappa, Iron Butterfly, Eric Clapton, Blood Sweat & Tears, Pink Floyd y tantos otros que, sin embargo, nunca he olvidado.
zoilolobo@gmail.com
Licenciado en Historia del Arte y Bellas Artes
