Cuando por primera vez entré en aquel barracón longitudinal del Campamento de Hoya Fría (CIR15), novena compañía, me topé de improviso con una leyenda escrita en grandes caracteres latinos sobre la pared del fondo que decía así: Si vis pacem para bellum (Si quieres la paz, prepárate para la guerra). Era una advertencia manifiesta que trataba de justificar la obligatoriedad del servicio militar de entonces.
Sin embargo, tal leyenda no había calado tan hondo como yo imaginaba en el seno de la soldadesca porque en la primera clase teórica a cargo del cabo primero Gamboa, ante el puñado de novatos que le tocó en suerte y en el que yo me encontraba, empuñando el modelo de CETME que por entonces acabaría substituyendo al mosquetón tradicional, arrojándolo violentamente contra el suelo, exclamó:
¡Esto sólo sirve para matar!
A continuación añadió:
-Podéis fumar; ya continuaremos. Pero no continuamos. Cuando llegó la hora, en tono de sorna, se dirigió de nuevo hacia nosotros y gritó:
¡Rompan filas!
Ello nos dio una idea de quién y de que pasta estaba hecho aquel cabo primero alto y delgado, de voz firme y profunda que nunca nos dejaría en evidencia hasta que obtuvo por fin su licencia.
Gamboa representaba a ese otro tipo de jóvenes que en otros lugares de España como Barcelona, por ejemplo, de dónde era oriundo, luchaban a su manera para acabar con una ya larga dictadura que todavía acabaría matando.
Desde esa Barcelona a la que me he referido regresaba yo a Tenerife a cumplir con el servicio militar obligatorio y allí volví a descubrir el rechazo a la dictadura que ya yo había vivido entre los jóvenes de la Ciudad Condal y que Gamboa, con su arrojo, trataría de que tomáramos conciencia de la situación.
De todo aquello han pasado ya cincuenta y seis años y de pronto, alguien desde Europa, nos propone un kit de supervivencia por si llega el momento de tener que tomar el fusil para afrontar una tercera guerra mundial que podría darse a nuestras espaldas y contra nuestra propia memoria; memoria reciente aún si tenemos en cuenta los caracteres de aquellos otros a los que hago responsables a tenor de los últimos acontecimientos belicistas que no cesan. Me refiero a Trump, Putin y Netanyahu, respectivamente. Amén de otros distintos sicarios de maliciosas intenciones macro- económicas sin parangón.
Pedro Sánchez trata de esconder la palabra “rearme” detrás de ese insignificante kit de supervivencia que no soportaría ni siquiera una andanada de fuegos artificiales de los que se emplean en cualquier fiesta de pueblo, pero de las que iluminan el cielo presagiando lo peor.
¡Razón tenías, Gamboa!
zoilolobo@gmail.com
Licenciado en Historia del Arte y Bellas Artes
