jueves, abril 18, 2024
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Aterrizaje de emergencia

No estoy seguro de que mi mala conciencia haya sido la culpable de haberme podido jugar una mala pasada al llegar a creer que el incidente ocurrido al Boeing 767 de Air Canada con destino a Toronto hubiera podido haber sido como consecuencia del impacto producido de uno o más drones de los que durante el mediodía habrían violado el espacio aéreo del aeropuerto de Barajas.

Llegué incluso a pensar que por cuestiones más bien relacionadas con la fiabilidad del mismo aeropuerto, las autoridades implicadas hubieran estado ocultando a la opinión pública el hecho que yo habría imaginado, -aunque sin ninguna mala intención-, de una colisión entre un dron furtivo y un avión de pasajeros durante su despegue, cosa que hubiera sido posible del todo y que, a toro ya pasado, tendría que hacernos reflexionar sobre el peligro que supone jugar con un dron sobre el espacio aéreo destinado a despegues y aterrizajes de cualquier aeropuerto del mundo.

No sólo por fortuna sino, además, por la pericia demostrada de sus tripulantes, el avión pudo al fin tomar tierra sin otra dificultad que no fuera el susto sufrido por los pasajeros y familiares. El protocolo activado para estos casos de emergencia surtió el efecto esperado de eficacia y rapidez, aunque por fortuna, no sería necesaria su intervención inmediata. Después de una revisión precisa de los mecánicos de la compañía, el pasaje habría sido invitado a desembarcar sin ningún tipo de problemas para luego ser alojados en distintos hoteles de la capital.

Esta vez hemos podido respirar a pulmón lleno poco después del aterrizaje, pero como sigo siendo tan perspicaz como cuando era niño, pude darme perfecta cuenta de que las distintas televisiones que cubrían el grave incidente no hubieran exhibido imágenes en tiempo real del aterrizaje hasta no estar completamente seguros de que éste se produciría sin ningún contratiempo susceptible de lamentar víctimas.

Me hubiera parecido una monstruosidad que, en caso contrario, las televisiones se hubieran regodeado en un desagradable espectáculo de dolor y muerte sólo por el simple hecho de intentar alcanzar en su favor una notoria cota de audiencia a costa del posible sufrimiento humano que se hubiera producido como consecuencia de un más que desafortunado aterrizaje. Ese detalle que yo pude apreciar en el comportamiento televisivo fue más que suficiente como para agradecerles la ausencia de carga dramática que hubiera significado un probable accidente de tales características.

Al final, todo quedaría en un susto del que ya todos nos hemos aliviado lo suficiente. No tanto los pasajeros, que habrán de tomar todavía un nuevo vuelo con destino Toronto y con los visibles síntomas que produce un susto de tamaña dimensión como el ocurrido ayer.

zoilolobo@gmail.com

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