Lo que viene sucediendo en Afganistán nos pone en una situación de reconciliación nacional por cuanto nuestro país pretende congraciarse con el estado de civismo que hemos llegado a alcanzar desde el comienzo de la democracia que dio lugar a una monarquía parlamentaria bastante alejada de los últimos coletazos franquistas en los que el garrote vil continuaba aún bien engrasado, cobrándose víctimas condenadas a muerte por el dictador.
En otro orden de cosas y tratando de demostrar que nuestro país es único en su estilo, la presidenta de la comunidad de Madrid, Díaz Ayuso, emulando descaradamente al que fuera otrora alcalde de la capital, Tierno Galván, insta a los jóvenes a participar de la nueva movida madrileña que, según ella, deberá tener lugar a partir de que la pandemia toque a su fin. Con esta meditada medida, Ayuso pretende asegurarse en su favor la participación en las urnas del sector juvenil en unas próximas elecciones en las que ella pretende ser la candidata a la presidencia del gobierno de la nación.
Pablo Casado no debería ignorar y estar al loro de las mal disimuladas pretensiones de Ayuso de hacerse con el liderazgo del PP, a juzgar por la confianza que la presidenta de la comunidad de Madrid despierta entre la clase empresarial de la capital de España y que tan buenos resultados afectivos les han valido para su desmesurada popularidad político- doméstica.
En cualquier caso, Pedro Sánchez debería estar dispuesto a contrarrestar esa popularidad político-doméstica de la señora Ayuso si no quiere verse en un futuro inmediato frente a un nuevo enemigo mucho más letal del que se supone representa Pablo Casado.
La desmedida ambición de la señora Díaz Ayuso podría muy bien trastocar en el futuro los planes del ejecutivo del PSOE en materia económica y social, obligándoles a sufrir la dependencia de una nueva e inesperada futura coalición con el desasosegado Partido Popular como incómoda rémora para su proyecto político.
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Licenciado en Historia del Arte y Bellas Artes