domingo, septiembre 8, 2024
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Valor, Víctor

Había estudiado una de las carreras de moda en la Universidad: El que vale, vale, y el que no a Empresariales, decían aquellos que nos envidiaban.

Nada más acabar mis estudios encontré trabajo: —¡Un banco! Aquí está el dinero. Mejor empleo debe ser difícil de encontrar, pensé.

Había luchado, pero todo había salido bien. Todo el esfuerzo había merecido la pena.

Cuando mi experiencia rebosaba de conocimientos, habilidades y destrezas, mi jefe impuso a todos los trabajadores el logro de unos objetivos inalcanzables. Mis compañeros y yo debíamos sanear balances, incrementar las ventas de fondos de inversión, primas de seguros y formalización de tarjetas…

Las jornadas se alargaban, los correos electrónicos se amontonaban en el servidor. Los cursos de formación se sucedían. Debíamos cumplir fines imposibles. Ilusorios e increíbles.

La tensión en el ambiente se cortaba con cuchillo. Crecía hasta hacerse insoportable.

En mi cabeza se acumulaban números, cifras, cantidades y operaciones inverosímiles…

En la oficina sufríamos la tirantez, la presión y la velada coerción que caía sobre nosotros. Empezó el desaliento, el abatimiento y el desánimo… Después aparecieron el estrés y las depresiones. A continuación, algunos comenzaron a ingerir fármacos. Sin solución de continuidad se promovieron las bajas laborales… Y, este era mi día a día como empleado de banca.

Un día, mi jefe se acercó a mi mesa cuando me disponía a salir. Había sobrepasado en más de cuarenta minutos la hora establecida para el fin de mi jornada laboral. Se sentó al otro lado de mi mesa y me ‘propuso’ la posibilidad de la movilidad geográfica: de Las Palmas a Málaga. Una y otra ciudad coinciden en sus tres vocales, dijo con una media sonrisa. —¿Movilidad?, le respondí. —No puede ser. Mi mujer trabaja en Las Palmas, y no puede trasladarse. Y añadí: —Nuestras tres hijas van al instituto. La mayor es adolescente y no le conviene un cambio de ciudad. Mi familia nos ayuda y reside cerca de nuestra casa. El traslado causaría un daño irreparable a todos los míos.

Soy un hombre tranquilo, o eso creía. Sin embargo, a la salida de mi oficina bancaria parecía una olla a presión.

Hablé con mi mujer. —No puedo seguir así, pero tenemos tres hijas. Si fuéramos ricos podría pensar en otra alternativa, pero necesitamos los dos sueldos para seguir adelante. —Víctor, tú tienes valor. Haz aquello en lo que creas.

Pasé la noche de la mano de la vigilia de la que no me separé un instante. Esa misma amiga me acompañó en las tres noches siguientes. Después, armado de valor dejé el trabajo e inmediatamente empecé a buscar cualquier otro empleo.

La pandemia causada por el coronavirus me ofreció una posibilidad en la que nunca hubiera pensado.

Se necesitaban conductores para ambulancias. Así empecé mi nuevo trabajo mientras España se sumergía en una vorágine mortal. Trasladé no a cientos sino a miles de enfermos. Cada noche llegaba a casa agotado, pero a diferencia de lo que me ocurría unos meses antes, llegaba profundamente satisfecho.

Superada la peor parte de la pandemia me fui de vacaciones con mi mujer y mis hijas. Un día mi mujer María del Pino les explicaba a mis hijas el valor que había tenido al dejar un trabajo que no cumplía mis expectativas vitales.

Tras agradecerle a mi mujer sus palabras la corregí con suavidad: —No sé si actúe o no con valentía, mi niña. Y proseguí ante la atenta mirada de mis hijas: —El valor es otra cosa. El valor lo descubrí en los miles de enfermos de COVID.

Y transcurrida esa época aciaga, lo sigo descubriendo día a día en la entereza, la integridad, el equilibrio y la fortaleza de los enfermos que cada día traslado y ayudo a bajar y subir. Son enfermos de graves y penosas enfermedades, accidentados y otros muchos pacientes que tengo el privilegio de trasladar desde sus casas hasta el hospital.

Gracias al cambio de trabajo he tenido la fortuna de ver en los ojos de muchos enfermos: hombres, mujeres y niños, el verdadero significado del VALOR y de la DIGNIDAD.

Doctora en Derecho.

Licenciada en Periodismo

Diplomada en Criminología y Empresariales

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