La historia de esta guitarra es muy emotiva e inspiradora. Bueno, la parte que conozco, porque su principio es un enigma que me intriga y motiva constantemente, desde hace años, a su investigación.
La adquirí dentro de un lote de cinco instrumentos interesantísimos, gracias al noble gesto de su heredero y dueño en ese momento, que prefirió atender a mi modesta oferta, antes que a otras superiores, sabedor que quedaban en unas manos que los iban a cuidar y preservar debidamente.
He podido averiguar algunos de los sitios, agrupaciones en las que participó e incluso por quienes fue tocada, además de algunos datos del desaparecido taller orotavense en donde pudo construirse.
Por otro lado, estoy a la espera de poder concluir algún día las pesquisas sobre una leve sospecha, sobre un posible primer propietario, que tal vez nunca se pueda confirmar, pero que si fuera cierta constituiría un auténtico acontecimiento.
Un hecho muy curioso que protagonizó esta guitarra, ocurrió al poco tiempo de tenerla. Una noche su puente se despegó, algo relativamente normal en instrumentos de maderas y colas antiguas, unido a unas no muy buenas condiciones de conservación.
Tuve la suerte de que saltó de manera limpia, sin afectar a la tapa y opté por llevarla a un luthier de la Villa de la Orotava. Ya es casualidad que tuviera que volver al pueblo de su construcción un siglo después, pero el colmo de la casualidad fue, que entrando al taller me veo de frente como si me estuviera esperando, a un maltrecho pero inconfundible por lo raro del ejemplar, una especia de guitarrón con pica/archilaúd/contrabajo, a la espera de restaurar, «compañero de fatigas» de mi guitarra, al que reconocí inmediatamente por haberlo visto reiteradamente en las fotografías antiguas y que el luthier me lo confirmó totalmente, al ofrecerme datos del mismo.
Allí estuvieron juntos de nuevo una temporada hasta que, cruel de mí, una vez pegado el puente los separé, en principio para siempre, al traerla de vuelta a casa. ¿A que la palabra casualidad cobra con esta historia otra dimensión?…
Bueno, espero que les haya gustado el relato de una pequeña parte de la historia vital de este instrumento de al menos un siglo de vida, que aunque de construcción sobria y maderas humildes, atesora en su sonido la sabiduría y la serenidad propia de la ancianidad.
Nota de Redacción
La Rondalla “La Eslava” se fundó en la Villa de La Orotava el 8 de diciembre de 1942. Su director titular fue Francisco Dorta Hernández.
Esta formación de pulso y púa estaba compuesta por bandurrias, laudes, mandolinas, guitarras, guitarra hawaina, guitarrón bajo y percusión.
Sus actuaciones se desarrollaron en el ámbito del Valle de la Orotava e isla baja, con especial protagonismo a su pueblo de origen. Un grupo numeroso de sus componentes participaba de forma activa en la rondalla “Tronco Verde” de Santa Cruz de Tenerife, de hecho, Aníbal Pérez, director de la rondalla chicharrera, era componente de “La Eslava” tocando la bandurria.
Su local de ensayo se encontraba frente al ayuntamiento, en la casa de la familia Reyes, posteriormente se trasladaron al citado ayuntamiento y posteriormente al Liceo Taoro hasta su disolución en noviembre de 1956.