Alegrémonos pues, mientras seamos jóvenes. Tras la divertida juventud, tras la incómoda vejez, nos recibirá la tierra. La universidad, en sus orígenes no indicaba un centro donde cursar determinados estudios superiores, era un sindicato o asociación que protegía los intereses de las personas dedicadas al noble oficio del saber. Se entendía, pues, que la Universidad era generadora del saber y se le atribuyó el carácter de poder engendrar y transformar al hombre por obra de la ciencia y el saber.
¿Dónde están los que antes que nosotros pasaron por el mundo? Subid al mundo de los cielos, descended a los infiernos, donde ellos ya estuvieron. Desde tiempos del filósofo natural de Basilea, Erasmo de Rotterdam ha habido en las universidades europeas grandes eruditos que han planteado cuestiones influyentes que han modificado la visión de la realidad. Este sacerdote católico planteó y criticó la realidad que existía en Europa a finales del siglo XV y principios del XVI.
Viva la Universidad, vivan los profesores. Vivan todos y cada uno de sus miembros, resplandezcan siempre. Para brillar con luz propia, el mensaje debe ser claro, conciso pero sobre todas las cosas respetuoso. Los que hemos tenido la suerte de pasar por una Institución donde se cultiva la universalidad del conocimiento, deberíamos ser conscientes de ello. No vale cualquier discurso mediático.
¡Viva nuestra sociedad! ¡Vivan los que estudian! Que crezca la única verdad, que florezca la fraternidad y la prosperidad de la patria. Es evidente que a cualquier sociedad que desee progresar le interesa que florezcan en los centros que sufragan la fraternidad y la única verdad… el saber, que sólo debe buscar la fraternidad y prosperidad de la patria.
Viva también el Estado, y quien lo dirige. Viva nuestra ciudad, y la generosidad de los mecenas que aquí nos acoge. Muera la tristeza, mueran los que odian. Muera el diablo, cualquier otro monstruo, y quienes se burlan. Florezca el Alma Mater que nos ha educado, y ha reunido a los queridos compañeros que por regiones alejadas estaban dispersos.
Guadeamus Igitur, composición de autor desconocido que deberían entonar con absoluto conocimiento de lo que cantan todos los universitarios, sobre todo de universidades públicas. Desde el siglo XVIII se empezó a reconocer la importancia de la formación, del conocimiento y del desarrollo intelectual.
Todo individuo que obtiene una titulación le gusta fardar de ella… esto es una obviedad; da igual ser comunista, fascista, de derechas o de izquierdas, todos quieren que se reconozca su formación. Olvidan muchos de estos titulados que ese papel que algunos no saben si deben romper o no, les acredita ante la sociedad como unos privilegiados y eso no está mal; aunque no deben olvidar que algunas cualidades como el saber estar, la cordialidad, la empatía, el respeto, etcétera no se lo darán los libros. La que la naturaleza no da…
Vita nostra brevis est, breve finietur. Venit mors velociter, rapit nos atrociter, nemini parcetur. Aunque algunos no lo entienden así.–Confucio.
