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La confusión entre libertad y maldad
La Libertad de expresión es el término más manoseado de la democracia española, sin excepción y bajo el amplio paraguas democrático que nos hemos dado numerosos políticos de pacotilla, periodistas serviles, humoristas de distintas disciplinas y populacho de medio pelo se permiten la licencia de pasarse cuatro pueblos con sus comentarios y toda su propaganda basura. Da igual el color que representen, la falta de educación y mínima cortesía exigible les convierte en hooligans de la opinión que no merecen el respeto de sus conciudadanos.
¿Por qué deberían respetar la opinión de alguien que no respeta? Es muy sencillo meterse con aquellos que saben no les van a replicar, simplemente por una cuestión de buen gusto. Espacios donde la democracia debe ser ejemplo para todos son convertidos en una plaza populista de baja estofa; lugares donde la cultura debería ser el santo y seña de todos los que acceden, en gran medida gracias a los impuestos, son convertidos en patíbulos imaginarios bajo la mirada del zorro de turno. Televisiones públicas que deben velar por el respeto a todos se permiten la chanza vulgar arremetiendo contra símbolos respetados por otros.
La vulgaridad y el mal gusto se ha adueñado de nuestro país. La persecución a quien no piensa igual se extiende como una gran mancha de aceite en los medios y redes sociales con los palmeros de turno alentándoles o los contrarios diciendo barbaridades. Da vergüenza ajena ver a personas que se les presupone cierta cultura comportarse así. Adjetivos calificativos gruesos e incluso delictivos. Todo muy bonito y democrático.–Confucio.