Establecer una verdad sin paliativos ya no nos corresponde a ninguno de nosotros. Las verdades se fabrican a expensas de la oferta y la demanda; ya no sólo impresas sobre el papel que sale de las rotativas cada mañana sino, además, las destacadas en las cabeceras de las redes sociales y demás medios de comunicación que las expanden a título de ofertas para el gran consumidor que, por si fuera poco, no se siente, en la mayoría de los casos, engañado sino, más bien, debidamente informado.
De manera que lo que ya no existe en realidad es el embuste como tal. Éste ha sido milagrosamente substituido por la verdad fabricada por los llamados profesionales de periodismo o ciencias de información y apenas hay manera de demostrar lo contrario a lo que enfatizan en sus elaboradas publicaciones diarias y pagadas con dinero aparentemente lícito por aquellos para los que sólo se preocupan de que nada cambie como no sea en favor propio desde el punto de vista político o económico.
¿Qué puedo afirmar yo que sea, -como se decía antes-, una verdad como un templo? Nada
Todo el mundo tiene razones fundadas como para acomodar las distintas informaciones vertidas por la prensa a su particular criterio, sin saber a ciencia cierta cuáles son las diferencias fundamentales de lo cotidiano, sobre todo, en materia política. Y así nos va. Intentando sobre la marcha hacer el menor ridículo posible con las especulaciones habidas de lo leído en la prensa y redes sociales.
Descubrir hasta qué punto es uno capaz de hacer el ridículo mientras opina públicamente sobre el acontecer de novedades políticas, tanto nacionales como internacionales, es un riesgo que debemos asumir independientemente de lo convencido que uno esté de sus prerrogativas personales en cuanto a la eficacia de aquel conocido juramento que reza: ¿Jura Vd. decir la verdad y nada más que la verdad?
zoilolobo@gmail.com
Licenciado en Historia del Arte y Bellas Artes
