Tal y como están las cosas, sobre todo en Europa, a ningún ejecutivo le resulta nada fácil gobernar. Una concatenación de acontecimientos y vicisitudes en los últimos años han conseguido hacer tambalear los pilares sobre los que se sostiene la economía global y que pone en entredicho el paradigma del nuevo orden mundial del que habíamos venido presumiendo a lo largo del siglo XX.
La anemia económica a la que estamos ya abocados la mayoría de países del orbe no va a poder solucionarse con un repentino alto el fuego en el Este de Europa. El mal ya está hecho y numerosos países se encuentran expuestos a sufrir el mismo destino que hoy le ha tocado a Ucrania, sobre todo si son limítrofes con las llamadas grandes potencias como China, Corea del Norte, Estados Unidos o, como en este caso, Rusia.
La mayoría de países desarrollados ya no pueden vivir exclusivamente de lo que producen y ello crea una dependencia económica que debería administrarse de manera muy distinta si lo que deseamos es no alcanzar en el futuro el nivel de desestabilización en el que hoy en día nos encontramos inmersos.
Los partidos de la oposición en España ya se frotan las manos creyendo que el Gobierno de Sánchez no podrá resistir el embate que supone soportar los problemas económicos derivados de catástrofes como la pandemia sufrida, la crisis energética como consecuencia de la guerra en Ucrania, el éxodo migratorio o los asuntos diplomáticos pendientes con Marruecos en el conflicto del Sáhara. Pese a todo ello, ni el mismísimo y actual presidente del Partido Popular, el Sr. Feijóo, ha sido capaz de mover un solo dedo en esa dirección para tratar de estabilizar una crisis tan galopante, aunque sólo sea arrimando, por lo menos, el hombro hasta lograr que se estabilice en lo que cabe la agónica situación por la que atraviesa nuestro país y que no es precisamente debida a una irrelevante acción de este gobierno a lo largo de su legislatura sino a los excepcionales caprichos del destino.
Quiero confiar en que los socialistas y sus socios de gobierno consigan escamotearle a las adversas circunstancias que concurren en esos mentados caprichos del destino cualquier posibilidad de que éste país no alcance a ser gobernado por una derecha recalcitrante dispuesta a cualquier cosa a costa de lograr el poder con el que todavía sueñan, pese a la corrupción que, aún hoy, registra en sus filas el Partido Popular.
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Licenciado en Historia del Arte y Bellas Artes
