El Cumbre Vieja se ha quedado sin aliento. Mientras, los palmeros se afanan ahora en barrer el negro sudario que todavía cubre cualquier vecindario de los suyos para alejar de sí mismos todo vestigio del drama vivido, pero que, sin embargo, ha quedado petrificado para siempre a su paso por poblaciones como Todoque, Tacande de Arriba y de Abajo, Tajuya, etc., etc. hasta llegar al mar y dejar sentada una nueva cornisa marítima que altera visiblemente la orografía de la llamada Isla Bonita.
El nuevo año que se aproxima lentamente para los palmeros les ha eximido, por fortuna, de la bravuconería telúrica a la que les había sometido el Cumbre Vieja durante la erupción. Gracias a la paciencia y resignación de los isleños debemos el triunfo obtenido contra el infortunio del que ahora debe de preocuparse el Gobierno de la nación, porque ellos han puesto ya de su parte todo lo que cabía esperar como víctimas: una solidaridad y ejemplaridad manifiesta frente a la adversidad que se ha cebado con todos ellos sin distinción alguna.
Por todo ello, por todo lo que de humanidad han demostrado los palmeros afectados, el año 2022 debería traer consigo el bienestar que se merecen y al que han dedicado gran parte de sus vidas en tratar de conseguirlo con esfuerzo y dedicación absoluta. Muchos somos los que creemos en la reinserción de las víctimas en el tejido laboral y social que les fue despiadadamente arrebatado por los caprichos de una madre naturaleza que carece de la conciencia necesaria para poder haber evitado lo que por mano del hombre ha resultado del todo imposible.
De manera que al Gobierno de Sánchez sólo le falta franquear la carta que debe enviar el a los Reyes Magos para que las ayudas económicas de Sus Majestades consigan paliar definitivamente la gran incertidumbre en la que todavía viven los damnificados por los caprichos telúricos del Cumbre Vieja.
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Licenciado en Historia del Arte y Bellas Artes
