sábado, abril 20, 2024
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Música e idiosincrasia

En muy pocas ocasiones, por no decir ninguna, me he tenido que ver en la delicada situación de tratar de encontrar respuesta a algo que a mí me parece tan normal y que posiblemente no la tenga o que, tal vez, no sepa yo hallarla dentro del contexto con la que modestamente intento asociarla. Y ese contexto que tanto me preocupa no es otro que el folklore musical catalán, para ser más precisos.

Muy pocas veces en mi vida he oído cantar a un catalán o catalana de manera espontánea sea en el colegio, en casa o, simplemente, en la calle entre un grupo de amigos. Y cuando me refiero cantar quiero decir interpretar alguna copla perteneciente al repertorio de su folklore nacional como a veces hacemos otros muchos y por cuyo motivo he llegado quizá a la algo drástica conclusión de que éste debe de ser muy pobre desde el punto de vista musicológico porque la danza a lo largo de muchos lustros haya desplazado definitivamente a la melodía en tal sentido. No soy un experto en el tema, pero asociar el carácter de un pueblo a su folklore no me resulta nada baladí porque, en mi modesta opinión, la idiosincrasia catalana adolece de esas fuentes musicales de las que siempre se han nutrido los miembros de otras muchas comunidades que a lo largo de mi vida he ido conociendo como aficionado a la música que soy.

Exceptuando algunas canciones populares navideñas o infantiles, existen algunas otras bellísimas como Rossinyol, La masovera, Fum, fum, fum, El noi de la mare y, sobre todo, Els segadors, convertido en el himno nacional de Cataluña por excelencia.

Que conste que las habaneras no las considero un producto de su folklore autóctono.

Sin embargo, la danza en Cataluña si que está muy presente públicamente. Me refiero a la sardana que va mucho más allá de un baile tradicional para convertirse en una profunda seña de identidad, incluso política, como símbolo además de hermandad entre todos sus participantes. Las hay muy populares, incluso con letra, como La Santa Espina, L´Empordà, Per tu ploro, Juny, y la muy popular Baixant de la Font del Gat, de Enric Morera, etc., etc. Existen además otros bailes como el Baile de Diablos o el de Bastones.

Sin embargo, en relación con otro tipo de folklore musical español, carece el catalán del ritmo que también pone de relieve el estado de ánimo no sólo de los intérpretes sino también del auditorio. Andalucía por ejemplo presenta en su folklore una serie de distintos ritmos en los que el estado de ánimo se corresponde con cualquiera de ellos: Bulerías, fandangos, granadinas, soleá, martinete, etc., etc. y por poner otro ejemplo, en Canarias distintos ritmos ponen también de manifiesto el mismo mecanismo anímico: la isa, la folía, la malagueña, las saltonas, etc.

De modo que como excusa sólo me resta decir qué si para el resto del estado español aún no hemos llegado a comprender el alcance de compromiso que los catalanes tienen con su propia tierra, sería lícito investigar en lo más recóndito de su sobrio folklore musical para tratar de comprender la influencia que este ha ejercido durante siglos en su carácter y su idiosincrasia como pueblo que sólo es capaz de cantar de manera espontánea en muy contadas ocasiones.

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