La alarma injustificada creada en el seno de la población católico-ortodoxa española por el cartel presentado a concurso dedicado a la Semana Santa de Sevilla por el artista Salustiano García se basa fundamentalmente en la actitud serena, elegante y en paz consigo mismo y el resto del mundo del Cristo representado.
La mayoría de creyentes se sienten mucho más atraídos por un Cristo sufriente, coronado de espinas, crucificado, y según la tradición cristiana, lanceado por Longinos. Ese tipo de iconografía así como la del descenso de la Cruz o las del Cristo yacente, representado por tantos artistas sobre todo del Renacimiento italiano, no deja lugar a dudas a la identificación espiritual que enciende el alma del observador y que además justifica también su aparente sufrimiento ante el drama visto en toda su dimensión. Eso es precisamente lo que perseguía la Iglesia en aquel tiempo, admitiendo y financiando, sobre todo, ese tipo de representaciones pictóricas o escultóricas.
Si a todo ello añadimos lo que realmente significaba la belleza desde el punto de vista filosófico de Platón entre otros, podríamos entender también la representación anatómica llevada a cabo por los artistas de la época como sublimación de la divinidad del modelo. Recordemos que tanto para Platón como para Aristóteles, “la belleza es la idea suprema identificada con el bien”.
Y es precisamente “el bien” lo que el autor de tan discutido cartel ha querido también plasmar en la figura de Jesucristo. El artista ha despojado su obra de cualquier fondo paisajístico que pudiera haber distorsionado la serena belleza del modelo y, a mi juicio, consiguiendo de ese modo la pura esencia del mensaje que deseaba transmitir a los feligreses.
Desde el punto de vista anecdótico debo decir y sospechar que no todos aquellos magníficos artistas que llevaron a sus respetados lienzos la vida, pasión y muerte de Jesucristo, tuvieran que haber sido necesariamente creyentes y la Historia del Arte da buena fe de ello. Así es que lo siento muchos por todos aquellos otros que hoy se permiten el lujo y la libertad de criticar una obra por el simple hecho de que no se acomode a sus sentimientos más dramáticos.
zoilolobo@gmail.com
Licenciado en Historia del Arte y Bellas Artes