Hace sólo unas semanas me había referido a la ola de crispación que por parte de la oposición política de este país había asolado el hemiciclo hasta cotas jamás inimaginables en un estado de derecho del que venimos presumiendo desde 1978. La figura del Presidente se ha visto profundamente afectada en su honor hasta límites tan difíciles de soportar que como todo el mundo ya sabe fue preciso para él tomarse los cinco días de reflexión exhaustiva que también la derecha española le reprocha.
Pedro Sánchez, independientemente de su interés personal en lo político, no hace otra cosa que intentar alcanzar un consenso democrático en el que estén representados todos los mecanismos que puedan beneficiar a la mayoría de este país y situarlo en lo económico a la altura que se espera de una democracia europea a la que tanto PP como Vox se niegan a admitir si el país no es administrado por ellos mismos a costa de lo que haga falta mientras jueces, fiscales, además de determinados medios de comunicación, juegan descaradamente y sin piedad a su favor.
No solamente el PSOE ha sufrido esta deplorable persecución política. Debemos recordar sin temor a equivocarnos que Podemos ya pasó por algo similar en las figuras de Pablo Iglesias e Irene Montero y que también afectó profundamente a los cimientos de su partido. En aquel entonces Pedro Sánchez no hubiera imaginado que él sería el siguiente en sucumbir a tamaña forma de ser arrastrada su reputación por aquellos a los que hoy llaman en términos modernos Lawfare Y Mediafare y de los que España no se libra tan fácilmente.
Confundir la llamada libertad de expresión con el pronunciamiento de noticias falsas y falaces en favor de unos intereses espurios, ávidos de notoriedad política, en beneficio particular de unos pocos, se ha convertido en el modus operandi de una cierta prensa española que, además, suele jactarse a menudo de desarrollar un periodismo de investigación; como si ello fuera garantía de imparcialidad. Nada más lejos de la verdad y son del todo conocidos.
De manera que en política no todo vale, pero tardaremos en acostumbrarnos a tratar de ser honestos.
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Licenciado en Historia del Arte y Bellas Artes
