Digamos que la línea del frente político en la batalla que se libra entre el PSOE y PP resulta todavía prácticamente equidistante, aunque más encarnizada que nunca entre ambas formaciones. La baja de Ábalos en las filas del PSOE ha producido un enorme socavón que Sánchez intenta rellenar con la erosión que produce en el seno del PP la renuncia de la señora Ayuso a presentarse en Moncloa. De manera que la autoridad de Feijóo queda en entredicho en favor de la Presidenta de la comunidad madrileña.
Sin embargo, poco favor le hace a su novia la declaración de culpabilidad del convicto y confeso Alberto González, máxime cuando se ha atrevido a querellarse contra el Presidente Sánchez y el ministro Félix Bolaños por difamación hacia su persona al referirse ambos a lo que él mismo ha reconocido como delito.
Mientras Vox se mantiene aparentemente ausente, sus voxeros más atrevidos abren un nuevo frente de descrédito en el centro de Madrid para solicitar una severa dimisión de Sánchez, arrojando contra el Presidente todo tipo de chatarra doméstica como es el caso del tren descarrilado en Atocha, cuya metralla ha terminado por impactar de lleno sobre el Ministro de Transportes, Óscar Puente.
Bocasucia asoma de cuando en cuando su alopécica y brillante cabeza por la alcantarilla que le ofrece su partido para despotricar de manera soez y arbitraria contra todo aquel miembro del PSOE que desde la superficie pretenda desmontar todos los argumentos que, energúmenos como él mismo, confeccionan en su particular guerra subterránea mientras Corín Tellado aún vive con lustre en las estanterías de las editoriales españolas como fueran en su día las de Bruguera.
Izquierda Unida pretende ahora redimir a los nuevos comunistas acariciando las sonrosadas mejillas de la formación Podemos con la severa intención de integrar un frente común que en un futuro próximo pudiera poner freno a lo que ellos consideran caprichos de Sánchez. Sin embargo tanto Irene como Belarra no se han dejado embaucar por el tal Maillo quién, junto a Yolanda Díaz, ya en su momento y cuando más lo necesitaban, fueron traicionados descaradamente y sin contemplaciones.
Sin embargo y a pesar de todo, la izquierda de éste país, con buen criterio, pretende resistir a los embates y baterías de embustes de las que son víctimas librando no una batalla a campo abierto sino merced una discreta pero eficaz guerra de guerrillas clandestina no contra individuos en concreto sino, en particular, contra poderosos estamentos como puedan ser los de la prensa española además de todos aquellos cuya responsabilidad penal esconden bajo negras siniestras togas de ampulosas puñetas de bolillo.
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Licenciado en Historia del Arte y Bellas Artes