martes, noviembre 12, 2024

E la nave va

Mi mujer está totalmente convencida de que retirar el menaje ya limpio del lavaplatos cada mañana se convierte en mi verdadera fuente de inspiración, sobre todo, a la hora de escribir. ¡Nunca lo hubiera creído! Y parece ser cierto por el argumento que le contaba mientras lo hacía sin que yo me diera cuenta del alcance de tal descubrimiento que trataba de hacer público hoy mismo.

Aunque hasta hoy no había querido entrar en esta cuestión, lo cierto es que he llegado a la conclusión de que la falta de confianza en sí mismo que para mí aparenta en su comportamiento el dirigente del PP, Pablo Casado, yo se la atribuyo al hecho de no poder poner remedio al ceceo constante que trata de disimular en sus alocuciones públicas y que le obliga a perder toda la concentración con la que debería enfrentarse en su discurso. Dicho lo cual, Casado, parece adolecer de la contundencia suficiente como para convencer, no sólo ya al Gobierno de la nación, sino también a los suyos propios.

Que quede bien claro, para todos aquellos que empiezan ya a considerarme un opinador incómodo, que no estoy haciendo hincapié en un defecto de dicción (zopas) por parte del líder de la oposición, sino criticando su falta de espontaneidad, de contundencia, de confianza como consecuencia de aquello otro que podría remediarse con la intervención de un logopeda de confianza. Si a ello le sumamos el terror que le produce la aproximación de la alargada sombra de su segundo en el partido, Teodoro García Egea, es lógico pensar que no se sienta lo suficiente cómodo que debería al tiempo que el país continúa, irremisiblemente, precipitándose corriente abajo, valiéndose sólo de un rudimentario timón, mientras los remeros en activo que debieran ser los miembros del PP, Cs. y Vox para ayudar a mantener el difícil rumbo, se han amotinado de tal forma que se corre el riesgo innecesario, ya no sólo de naufragar, sino, además, perecer en el intento.

Si a todo ello le sumamos el posible escandalito desatado en torno a la virginidad de Díaz Ayuso y el “belén” formado alrededor del supuesto alquiler de ochenta euros diarios de su modesto apartamento en Madrid, no cabe duda de que la confianza de Pablo Casado, últimamente depositada en los suyos, se complica da vez más. Sólo cabe esperar que las aguas vuelvan por fin a su cauce, que se afiance el timón en condiciones, que los remeros vuelvan a sus puestos y Díaz Ayuso regrese de una vez por todas al pesebre del que nunca debió salir.

Así, Pablo Casado, pese a todo lo demás, podrá dormir algo más tranquilo.

zoilolobo@gmail.com

Licenciado en Historia del Arte y Bellas Artes

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