Este año del señor de 2021 es el año de las llamadas Rocío: Rocío Carrasco, su hija Rocío Flores y, ¿cómo no?, Rocío Monasterio. Obviaremos a las dos primeras ya que no vienen al caso para centrarnos concretamente en la última de las tres que como mujer no reclama nada para sí a lo que tiene derecho sólo por el hecho de serlo y, sin embargo, critica con su oposición manifiesta y firme todas las iniciativas de aquellas otras que, a duras penas, tratan de alcanzar, entre otras muchas cosas, la igualdad laboral que les corresponde en una sociedad moderna como la que pretendemos la mayoría de españoles.
Sólo por eso me atrevería a tratar a la señora Monasterio, como vulgarmente se dice, de hombre a hombre, sin que tenga que ocuparme de saber a quién debo enfrentarme cuando se dé la oportunidad, si es que algún día se diera, de dirigirme a ella personalmente.
¿Con qué esas tenemos, señora Monasterio? ¿Acaso esos son modos de librar un debate con sus adversarios políticos? En tal sentido debo precisar que si se diera el caso de un encuentro fortuito entre nosotros, no creo que pudiera resistir, ni siquiera por educación, tanto insulto y amenaza como de la que fue capaz de demostrar usted a lo largo del debate, olvidándose incluso de que los varones podrían haberla tratado en la misma medida que usted lo hacía, habida cuenta, y no lo olvidemos, que ambos sexos disfrutamos hoy en día de los mismos derechos y deberes en cuanto a eso que damos en llamar libertad de expresión. Sin embargo, los varones fueron muy prudentes y comedidos; a la antigua usanza, época en que las mujeres eran tratadas con cierta condescendencia que ya ha caído completamente en desuso porque ellas mismas han querido ser tratadas con igual educación con la que somos tratados nosotros.
De manera que, insisto, en un hipotético encuentro entre ambos, me permitiré el suficiente lujo y desenfado de tratarla de la misma manera con la que admitían los protocolos masculinos del siglo IXX entre nosotros los varones; es decir, de hombre a hombre.
Sra. Rocío Monasterio: por esa simple razón, muchos nos tememos que a falta de acuerdo para el tan discutido “cordón sanitario”, su entrañable amiga Isabel Díaz Ayuso, con tal de gobernar en Madrid, precise de su incandescente e insultante verborrea contra la izquierda para, seguramente, tratar de ganarse el privilegio de ser dispensada en el futuro con esa cómoda postura que, para nosotros los varones, significa el poder discutir sin ningún problema de hombre a hombre, como en pleno siglo IXX.
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Licenciado en Historia del Arte y Bellas Artes