-¡Oiga, compadre! Se lo tengo dicho. No se preocupe usted de lo que dicen por ahí sobre nosotros. Hemos terminado de trabajar y nos merecemos una cuartita de vino tinto como cualquiera. Lástima de que no tengan un poquito de cherne para acompañar; por lo que parece, hemos llegado algo tarde aunque, a decir verdad, nunca es tarde para unos tragos que es por lo que según usted, se nos critica tanto y tan duramente.
-Mientras no aparezca por aquí la guardia civil, a mí me da lo mismo lo que digan por ahí. Yo no he matado a nadie, ni siquiera al cosechero que arruina nuestra salud con este vinagre barato a siete pesetas la cuarta. Pero qué le vamos a hacer: de algo habrá que morir, ¡digo yo!
-Si me dan a escoger, yo prefiero morir de un infarto que de cirrosis porque dicen que no te enteras ni te da tiempo de arrepentirte de nada, de modo que según los curas, iría uno directo al infierno, pero aún así, lo prefiero.
-No se preocupe, que el infierno no existe. Se lo han inventado los curas para vivir a costa nuestra ¿O acaso cree usted que ellos no comen ni beben como nosotros? Lo que pasa es que llevan sotana y no se les nota, pero yo conocí a uno que murió de cirrosis y tuvo tiempo de arrepentirse. En cualquier caso, me han dicho que ese sí que se pudre en el infierno porque sus pecados parecían tan graves que ni Dios fue capaz de perdonarle; aunque insisto: el infierno no existe, compadre.
zoilolobo@gmail.com
Licenciado en Historia del Arte y Bellas Artes