La migración es un fenómeno imparable, por causas que son de sobra conocidas por todos. La pobreza, violencia, guerras y conflictos son el origen. Sucede, porque millones de personas en todo el planeta sufren las consecuencias de la falta de recursos básicos, para poder vivir con dignidad. La pobreza extrema es frecuente en partes de África y en otros continentes y a esto se une la violencia y la explotación laboral. Es entendible que muchísimas personas busquen llegar a Europa, para tener unas adecuadas condiciones de vida, en comparación con el riesgo de morir antes de tiempo, en sus países de origen.
La ONU y otras organizaciones humanitarias trabajan para asistir a los migrantes, y promueven políticas migratorias basadas en los derechos humanos y buscan soluciones duraderas. Es absolutamente necesario que se respete el derecho internacional. Los migrantes, en realidad, son más bien refugiados que huyen, como es lógico y natural, de zonas de guerra, regímenes opresivos y de condiciones infrahumanas de vida.
El futuro de la migración depende de la capacidad de las sociedades para gestionar la llegada de migrantes. Esto supone también una oportunidad para construir sociedades más inclusivas, diversas y resilientes. Incluso se puede lograr con políticas justas y enfoques humanitarios, que la migración sea un beneficio para todos, a pesar de los desafíos que supone.
Los migrantes contribuyen a la diversidad cultural y al crecimiento económico, aunque también pueden generar conflictos, por la competencia por el empleo. En cualquier caso, existen numerosos puestos de trabajo que no son ocupados por los españoles y en los que acaban trabajando los migrantes. En relación con el Plan Meloni, diversos expertos en estas cuestiones migratorias afirman que, lo propuesto por la primera ministra italiana, es absurdo y no respeta la legislación internacional ni los derechos humanos de los migrantes. También es sorprendente que, aproximadamente la mitad, más o menos, de los países que conforman la Unión Europea, estimen que lo expresado por el gobierno italiano sea algo positivo, de cara al control de la migración. El gobierno español y alemán junto con el belga y otros han rechazado de plano, el modelo propuesto por la señora Meloni. En efecto, no solucionará nada y aumentará los problemas. Que se mande a los hombres a centros de deportación o retención en Albania, un país extracomunitario, es, en mi opinión, vergonzoso. La propia oposición política italiana dice, que es inadmisible tratar a los migrantes de la forma que se está haciendo en Italia. Los gobiernos español y alemán están convencidos de que, formar guetos extracomunitarios, no es la solución.
En realidad, en España debido al problema causado por la baja natalidad, el número de personas activas cada vez es menor, en comparación con el de las personas que están jubiladas, debido al envejecimiento poblacional. Por supuesto, está muy bien que la longevidad aumente cada año, pero esto supone que hacen falta, más cantidad de personas trabajando, para sostener el estado de bienestar, para todos los ciudadanos españoles.
En este orden de cosas, nuestro país además de colaborar, de forma solidaria, recibiendo migrantes puede beneficiarse incorporándolos a la actividad productiva. Esto requiere una política laboral, que tenga en cuenta las necesidades de todos, lo que hace necesario también una nueva política laboral y fiscal, para recaudar más impuestos y aplicarlos para atender las necesidades, de los que sufren problemas económicos serios. Las grandes empresas, que logran beneficios económicos ingentes cada año, deben pagar mucho más en forma de impuestos y esto debe ser una prioridad del gobierno español. En definitiva, puede ser una oportunidad para España. Ya que en la era digital en la que estamos, cada vez habrá más trabajos realizados por robots o por sistemas de Inteligencia Artificial, y tendrán que pagar sus respectivas cotizaciones e impuestos.
Por tanto, el futuro está lleno de problemas, al igual que el presente, pero no es imposible solucionarlos, con buena gestión política y social. El cambio social y de formas de vida es algo incuestionable, y que irá a más con el transcurso de los años. Se puede desarrollar una línea de desarrollo inclusiva, como una especie de solidaridad universal, que materialice, de forma efectiva, la aplicación real de los derechos humanos en todo el planeta. Una federación mundial de Estados y la fraternidad universal no son utopías y se debe pensar en diseñar políticas de gobernanza, que propicien que se avance, de forma decidida, en esa dirección. Todo está también en relación directa con el fenómeno de la migración y es abordable desde esta perspectiva. No puede haber planteamientos discriminatorios y xenófobos en la Unión Europea, respecto a los migrantes. Caer en el racismo y en el etnocentrismo a ultranza es contraproducente y no es ético. Se debe respetar a los migrantes o refugiados. Europa tiene una cultura cristiana y, en este sentido, este es otro aspecto esencial por considerar, respecto a la necesidad de acoger a los migrantes, tratarlos bien e integrarlos en nuestra sociedad. Europa no está separada de África, todo lo contrario.
Doctor en Filosofía por la UNED
Licenciado en Ciencias de la Educación por la UNED