En la filosofía de Nietzsche el concepto de superhombre es la expresión de la autosuperación de cada sujeto durante su existencia. Este filósofo alemán está convencido de que los seres humanos pueden lograr mayor calidad de vida y más profundidad en la misma, si consideran que todo depende de ellos mismos.
Para el pensador germano no existe Dios y tampoco ninguna trascendencia supraterrena o celestial después de la muerte, ya que esta es el fin de todo. La voluntad y los deseos vitales son, por tanto, lo más relevante de cara a una nueva existencia desprendida de creencias no basadas en la experiencia o en lo empírico.
La voluntad de poder y de crear y vivir es lo que plenifica realmente la existencia auténticamente humana. Desde los planteamientos de Nietzsche es indudable que la forma de superar el nihilismo que produce la muerte de Dios es la aceptación absoluta del eterno retorno de todas las cosas.
No cabe duda de que en la existencia a lo largo de las generaciones se repiten etapas o procesos vitales de modo similar y esto puede considerarse, en algunos aspectos, una especie de repetición vital que es inevitable en todos los hombres y mujeres que han existido en el planeta y que también se producirá en el futuro.
Si esto es suficiente para compensar la supuesta muerte de Dios afirmada por Nietzsche es algo discutible, como mínimo, ya que parece más bien una actitud espiritualista. Desde una perspectiva materialista es evidente que no sirve como justificación compensatoria de la inexistencia de la divinidad y también de la vida después de la muerte. Y esto reconociendo el valor psicológico que tienen las creencias religiosas en las vidas de infinidad de personas.
Para Heidegger el vitalismo de Nietzsche supera o trasciende la metafísica platónica y crea una metafísica de la vida. La filosofía vitalista ha influido en el pensamiento posmoderno con su ateísmo, perspectivismo, diversidad cultural, pluralismo ético y estético, etcétera.
La creatividad, la espontaneidad y la energía vital de los niños son la plasmación de la libertad humana para construir la existencia individual de un modo pleno y satisfactorio, aceptando la finitud y las limitaciones inherentes a la misma. De todas formas, desde una perspectiva propia del siglo XXI parece evidente que las posibilidades de acción y creación de los sujetos han aumentado hasta límites insospechados o nunca pensados o vistos.
La autosuperación, desde un enfoque psicológico y filosófico, es el crecimiento y el desarrollo interior de cada persona. También es decisivo potenciar y dar valor a la resiliencia. La resistencia y la fortaleza permiten recuperarse o hacer frente a las adversidades o problemas graves de la vida.
Esto también supone no dejarse vencer por las circunstancias y avatares, que suceden a lo largo de la existencia. Se puede crecer como persona, en todos los sentidos, durante los procesos de la vida. Aprender de los errores también es una gran estrategia y activar, de un modo racional, las habilidades de todo tipo en los momentos difíciles es algo necesario.
Es cierto que los límites se los pone uno mismo. Los grandes creadores, inventores, artistas y triunfadores han demostrado audacia en sus acciones y se han atrevido a realizar cosas que han dejado huella en el presente y que permanecerán también en el futuro.
Existen muchos ejemplos de autosuperación que sirven de estímulo y motivación extra. La enseñanza o el aprendizaje que se extrae es que casi todo es posible con una poderosa motivación y una actitud muy perseverante y tenaz.
El éxito, que puede ser entendido de muchas formas, está al alcance de cualquier persona, pero debe comprometerse seriamente y accionar hasta llegar al mismo. Los grandes resultados llegan con la perseverancia bien aplicada.
De este modo, los sueños se pueden realizar, pero tienen un alto costo, ya que supone un esfuerzo sostenido y constante a lo largo de los días y los años. Es el precio que hay que pagar por conseguir lo que se quiere. No hay atajos mágicos para lograr metas en la vida. Los golpes de suerte no son algo generalizado, sino algo muy esporádico, por tanto, la suerte no suele ser decisiva, en general, en la consecución de objetivos.
El trabajo y el esfuerzo son la base de todos los logros y esto es algo que parece que, en la sociedad digital del siglo XXI, no es suficientemente reconocido. En un ambiente social en el que predomina el relativismo y el materialismo más radical, es preciso poner en valor la capacidad de autosuperación y la creatividad.
José M. López García
Doctor en Filosofía por la UNED
Licenciado en Ciencias de la Educación por la UNED