jueves, enero 16, 2025
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Feliz Navidad a mi nueva familia

Existen cientos de fronteras internas y externas dentro y entre los países. Muchas levantadas por políticos que, en muchas ocasiones, han fomentado odios, temores y desconfianzas entre los pueblos.

Cuántos problemas y rencillas desaparecerían viajando e intercambiando experiencias entre las personas de territorios “rivales”. Los recelos, pequeños o grandes, quedarían reducidos a la mínima expresión.

Y, el año pasado Rita, la madre americana de uno de mis hijos me llamó. Me invitó a su casa en Florida. Decliné su invitación por falta de fuerza. Y, repitió su llamada este año. Y frente a todos los obstáculos y dificultades, acepté su generosa y magnánima invitación.

La experiencia ha sido extraordinaria. Inimaginable y enriquecedora. Una experiencia única, completa y repleta de matices.

Una estancia en Florida los primeros quince días. Un viaje de más de 5.000 millas por distintos Estados en las que visitamos las ciudades de Chicago, Washington, Baltimore, San Luis, San Petersburgo, San Agustín y vuelta a Florida para pasar los últimos quince días.

Recorrimos las playas blancas y las cálidas y cristalinas aguas de Clearwater y Panamá City Beach en la Costa Esmeralda. Las aguas del Golfo de México y las aguas del océano Atlántico. Y mientras desde España me alertaban del peligro de los tiburones que viven en aguas tan calientes, en Canarias avistaron por entonces un tiburón merodeando por las playas españolas.

Disfrutamos de la riqueza inimaginable del agua en sus distintas formas: océanos, lagos, nacimiento de ríos y sus desembocaduras, ríos gigantescos como el Misisipi, regatos y pantanos. Visitamos ese espectáculo impresionante y grandioso de los manglares.

Tuve la suerte de ver animales tan diversos como llamativos. Una riqueza impensable. Una infinidad de pájaros de tamaños, formas y coloridos asombrosos poblaban los cielos. Garcetas, garzas, pelícanos y el ibis blanco típico de Florida. En el agua patos de todos los colores y tamaños y un sinfín de tortugas. Por tierra los ciervos de los cayos eran amigos que acudían a saludarnos en nuestros paseos diarios acercándose hasta nosotros como si quisieran ser acariciados. En el campo, conejos y los parques repletos de ardillas. Las lagartijas disfrutaban de un calor extraordinario y se exponían sin miedo frente al tórrido y húmedo calor de Florida.

En un pequeño charco que había cerca de casa vi mi primer caimán en libertad. Algo increíble. Tras adivinar su movimiento bajo el agua salió y se acercó a la orilla en la que estábamos. Inmóvil le grabé. Un miedo intenso se apropió de mí. Las visitas se repitieron en los días siguientes y el caimán cumplía el ritual de acercarse a la orilla en la que estábamos. Una profusión que solo la naturaleza puede hacer tan exagerada y generosa.

Conocí a las amigas de Rita, profesoras de español en colegios de Florida. Me codeé con el “espanglish”. Me reí con ese chapurreo desconcertante. Cuando esperas una palabra en inglés la sueltan en español y cuando esperas el español te la sueltan en el inglés.

Estuvimos con familiares y amigos de procedencia diversa dentro de los Estados Unidos. Americanos de diferentes edades y con distintos modos de vida, pensamiento o costumbres. Americanos de ciudad y americanos retirados en pequeñas localidades. Americanos de adopción y de nacimiento. Hombres, mujeres, jóvenes y niños. Militares, profesores, amas de casa, jubilados, profesionales y estudiantes. Ideas, orígenes, sensibilidades, intereses y vidas diferentes. Partidarios de Trump y de Biden (por entonces, Kamala Harris estaba en el limbo) que comentaban con apasionamiento el primer debate televisivo.

En una etapa complicada de mi vida, Rita, Mitch, Rachel y Rebecca me abrieron las puertas de su casa.

Me enseñaron una pequeña parte de su inmenso país. Me acompañaron y me han querido. Compartieron su tiempo y me brindaron su amistad. No me dejaron sola un instante, dándome su cariño y transmitiéndome su alegría.

Durante seis semanas conviví con ellos, conociendo sus costumbres e ideales, sus preocupaciones y deseos.

Solo sentí la inmensa pena de comprobar cómo la importante huella de España se va desvaneciendo con el transcurso de los años.

Y tras tan intensa experiencia regresé a mi país. Volví a España. Volví renovada, distinta. Enriquecida y enormemente agradecida. Aprendí muchísimas cosas y traje una maleta rebosante de experiencias. Una riqueza inimaginable. Desde entonces, mi alma vive a camino entre dos continentes.

Hoy es Navidad. Y en Navidad todos nos reunimos con la familia. Por eso, hoy levanto mi copa y brindo por mi familia de siempre y por mi nueva familia, la que gané este verano para siempre: mi familia americana.

Doctora en Derecho.

Licenciada en Periodismo

Diplomada en Criminología y Empresariales

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